Dicen que el secreto de la
inmortalidad no está en vivir para siempre, sino en saber vivir contigo misma
para siempre. En medio de ese infierno interno que es el ser humano, está el
artista que saca todo ese fuego, o ese hielo y lo exterioriza, para darse
cuenta una vez fuera, que hay quienes se reconocen en esos extremos, en esos
climas, en esas vidas. Ser artista es la suma de todos los seres a la vez.
Llegué al teatro y conocí la
capacidad de mi cuerpo de poder representarlo todo, de poder hacerlo todo,
justo al mismo tiempo que descubría que era el miedo el que impedía que ese ‘todo’
fuera en efecto, puesto en práctica. Al inicio era vanidad, verme en el
camerino, maquillarme, que todos vieran lo que hacía. Rápidamente esa sensación
se desvanece, porque es tan efímera como el teatro.
Un día me di cuenta que está muy
bien pensar en una misma, que está muy bien hacer teatro para que la gente se
ría, o se divierta y se entretenga conmigo en escena. Pero hacer lo que está
bien porque no hace daño a nadie, hace que olvidemos que es más importante ser
útil, y por lo tanto hacer teatro se volvió un compromiso porque tiene una
responsabilidad de cargar con la memoria de los pueblos.
Hacer teatro ahora es entregar mi
corporeidad a una lucha silenciosa, el arte está para cuestionarnos, para que
no hallemos precisamente respuestas sino que nos sigamos preguntando por qué
cosas como el dolor, el odio, la violencia, sigan aconteciendo como algo
natural; y lo que es realmente natural se ha banalizado al punto de volvernos
un ‘like’, una cantidad, un porcentaje.
La gran problemática es que ahora
los artistas también estamos un poco perdidos, y la única forma de encontrarnos
es en esos espacios donde no hay nada más que silencio, porque es justo ahí
donde están nuestros ‘yo’ niños que nos dan la seguridad de simplemente ser,
sin esperar o pretender nada, nuestros espacios creativos son los que nos dan
la oportunidad de no parecer. Somos –irónicamente representando a otros- los
que exponemos nuestros seres y denotamos que entre esa fantasía nos reconocemos
todos porque somos todos iguales.
Ya no se comunica desde la
sensibilidad del arte para ser observado, sino para invitar a otros a
observarse, y eso vale más que cualquier otro número. Te da la paz de dormir
tranquila, porque sabes que no ha muerto el día sin que haya muerto también
algo de tu miedo, y haya nacido en el mismo instante, alguien que como
espectador se va preguntándose ¿por qué?
Ese es el logro del arte, que te
permita sentir en tu propia fibra el dolor del otro, el sentir de otro que
quizás no conozcas pero no dista tanto de ti. O tal vez sí, y eso mismo te
lleve a conocer por qué es tan desigual. Yo estoy agradecida, porque entre
todos los muertos el arte me permite estar viva, porque entre tanta soledad e
ira, violencia, represión y muerte, yo puedo tener la capacidad de seguir
amando y seguirme jugando por confiar en los otros, sabiendo que va a dolerme
nuevamente, pero admitiendo que es la única manera que tengo de vivir. Seguir y
seguir caminando, desde el arte.
muy bien dicho amiga bella, tqm. Eres una mujer talentosa y escribes con el alma, nunca cambies.
ResponderEliminar