18 ene 2018

Seguir caminando, desde el arte

Dicen que el secreto de la inmortalidad no está en vivir para siempre, sino en saber vivir contigo misma para siempre. En medio de ese infierno interno que es el ser humano, está el artista que saca todo ese fuego, o ese hielo y lo exterioriza, para darse cuenta una vez fuera, que hay quienes se reconocen en esos extremos, en esos climas, en esas vidas. Ser artista es la suma de todos los seres a la vez.

Llegué al teatro y conocí la capacidad de mi cuerpo de poder representarlo todo, de poder hacerlo todo, justo al mismo tiempo que descubría que era el miedo el que impedía que ese ‘todo’ fuera en efecto, puesto en práctica. Al inicio era vanidad, verme en el camerino, maquillarme, que todos vieran lo que hacía. Rápidamente esa sensación se desvanece, porque es tan efímera como el teatro.

Un día me di cuenta que está muy bien pensar en una misma, que está muy bien hacer teatro para que la gente se ría, o se divierta y se entretenga conmigo en escena. Pero hacer lo que está bien porque no hace daño a nadie, hace que olvidemos que es más importante ser útil, y por lo tanto hacer teatro se volvió un compromiso porque tiene una responsabilidad de cargar con la memoria de los pueblos.

Hacer teatro ahora es entregar mi corporeidad a una lucha silenciosa, el arte está para cuestionarnos, para que no hallemos precisamente respuestas sino que nos sigamos preguntando por qué cosas como el dolor, el odio, la violencia, sigan aconteciendo como algo natural; y lo que es realmente natural se ha banalizado al punto de volvernos un ‘like’, una cantidad, un porcentaje.

La gran problemática es que ahora los artistas también estamos un poco perdidos, y la única forma de encontrarnos es en esos espacios donde no hay nada más que silencio, porque es justo ahí donde están nuestros ‘yo’ niños que nos dan la seguridad de simplemente ser, sin esperar o pretender nada, nuestros espacios creativos son los que nos dan la oportunidad de no parecer. Somos –irónicamente representando a otros- los que exponemos nuestros seres y denotamos que entre esa fantasía nos reconocemos todos porque somos todos iguales.

Ya no se comunica desde la sensibilidad del arte para ser observado, sino para invitar a otros a observarse, y eso vale más que cualquier otro número. Te da la paz de dormir tranquila, porque sabes que no ha muerto el día sin que haya muerto también algo de tu miedo, y haya nacido en el mismo instante, alguien que como espectador se va preguntándose ¿por qué?

Ese es el logro del arte, que te permita sentir en tu propia fibra el dolor del otro, el sentir de otro que quizás no conozcas pero no dista tanto de ti. O tal vez sí, y eso mismo te lleve a conocer por qué es tan desigual. Yo estoy agradecida, porque entre todos los muertos el arte me permite estar viva, porque entre tanta soledad e ira, violencia, represión y muerte, yo puedo tener la capacidad de seguir amando y seguirme jugando por confiar en los otros, sabiendo que va a dolerme nuevamente, pero admitiendo que es la única manera que tengo de vivir. Seguir y seguir caminando, desde el arte.

1 comentario:

  1. muy bien dicho amiga bella, tqm. Eres una mujer talentosa y escribes con el alma, nunca cambies.

    ResponderEliminar