30 ene 2018

Una mochila llena de nada*

Ya sus pisadas vagas e inconscientes me hacen saber que es ella. Se ha comprometido este año a ya no ser impuntual y como nunca, llega a tiempo, son veinte para las tres de la tarde y veo de lejos su mochila azul.
Siempre tuvo un aspecto de floja, y su pinta de niña dark o punki no se reconoce bien sino a los ojos de quienes la conocemos. Mide aproximadamente 1.60 de estatura, calza 37, su color favorito es el negro con rosa, porque para ella es uno solo, como el de funki fish.
Su melena negra azabache que sostuvo por siete semestres ha cambiado en esta ocasión por un corte que no le convence por su irregularidad y por su “diferencia” como ella misma lo llama. Nunca le gustó maquillarse mucho, lo necesario fue siempre una dosis de delineador en el párpado superior con mucho rímel en el par de grupos de pestañas que rodean el ojo. Eso sí, mucho rubor, porque le da clase a una mujer que, como ella, aprecia el estilo vintage.
Esta tarde luce un pantalón a cuadros tubo rojo, con su clásico buzo negro que le acompaña a todo tipo de ocasión, suele rotar a veces con chaqueta de cuero, saco de lana o chompa rompevientos, todo negro. Sus tenis no están desgastados, pero tienen la apariencia de fieles compañeros por largo tiempo, cubren unas medias diminutas color blanco hueso, que no es el mismo blanco de hospital frío y silencioso.
Jamás sale de casa sin accesorios, que por sutiles - llamativos, van encabezados por el anillo de búho cobrizo que costó tres dólares en el espiral y por el cual casi arranca la mano al dependiente de la tienda. Este anillo venía con un par de aretes de buhitos que también se ha puesto hoy. Aunque me ha pedido que no hable de su manicure francés ya cansado de pasear por sus manos, lo anoto para tener en claro que a su modo, Stephanie, viene muy arreglada.
La mochila azul es solo pura pinta, hoy no tiene clases pero ha accedido a ser mi entrevistada esta tarde mientras devoramos a la par unos panes de yuca con yogurt que en respuesta al hambre, saben espectacular. Volviendo a la mochila, es enorme, pero va llena de nada.
Comenzamos la conversación sin mayor preámbulo, y luego de risas, panes de yuca y un agua con gas que es la peor que ha comprado en su vida, procedo como me corresponde, a preguntarle qué es lo que piensa de la Patria.
Esa es la última pregunta que le debo hacer, pero a mí me importaba más que la primera; la respuesta sin embargo, mejora en la segunda pregunta. No sin antes un breve quejido por ver aproximarse una entrevista de política a lo que responde con una fruncida de nariz, tan clásica en sus expresiones.
Me cuenta que la Patria es para ella un pedazo de tierra que tenemos los seres humanos para compartir y convivir sin matarnos, es algo que no elegimos. Cuando le hago referencia a lo que piensa de su patria, afirma que este pedazo de tierra se va aprendiendo a querer porque es tuyo, “…esto es la base de tus sentimientos, por eso aprendes a querer lo que tiene…” Termina fulminando con que es la Patria la que hace que crees tu forma de vivir y a partir de este concepto, cómo te desarrollas con otros.
La democracia le crea mayor conflicto cuando se la pregunto, piensa un microsegundo en que parece encontrar en un cuarto de su memoria la respuesta y en una exhalación dice que la democracia cada quien la entiende como quiere. Confía, por el mundo en el que le ha tocado vivir, que es una palabra cargada de poder que el mismo poder usa a su conveniencia.
Es más firme en esta repuesta, diciendo que la democracia es una idea visionaria, sin embargo en su criterio, este concepto es tan manipulado por las masas que se llega a prostituir perdiendo todo su valor, cree firmemente que la democracia funciona, pero baila siempre al son que le tocan quienes la tienen en la mano.
Son las 15h28 y hemos terminado con el encuentro. Con los vasos vacíos y el corazón un poco más lleno, Stephanie toma su mochila, con el aire cansado y la mirada iluminada. Su sonrisa triste esconde la revelación que me haría más tarde, su interés de terminar la universidad le brota por los poros, todo será nuevo dentro de poco, también para ella la política y su corte de pelo.
Ha pensado en ponerse extensiones, y mientras medita profunda va por el camino de funki fish, que la ve despedirse con su pantalón rojo, su buzo negro y su búho en la mano.
*Texto publicado originalmente el 29 de marzo de 2013. Entrevista a Stephanie Chugulí.

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