Llegar a San Cristóbal te toma, si no es vía aérea, dos horitas vía lancha. Tengo entendido que llegué en la mejor de las temporadas, pues no se movió mucho el bote y no hubo problema, dicen que hay otras épocas en las que hasta los que hacen ese viaje con frecuencia terminan vomitando.
La primera parada, como era obvio, fue la casa de Nadya, agradecida hasta la médula porque me hizo muy evidente la hospitalidad de las y los galapagueños, me recibió su novio Víctor, y aunque eran dos personas que yo no conocía, me recibieron como si fuera de la familia. Que estas humildes líneas sirvan para hacerles llegar mi agradecimiento sincero. Ahí me madrugué cosas tan obvias como que las calles tienen nombre, pero no se usan, que no hay cabinas en Galápagos y mucho menos cabinas de Internet.
El agua allí es muy cálida, y aunque se puede nadar, es preferible observar el espectáculo que significa ver a estos animales divertirse y disfrutar cada ola y cada revolcón del mar. Son los perros de Galápagos, los dueños, amos y señores de todo por allá.
Las recomendaciones que me habían hecho mis amistades convergían en un punto turístico, el cerro tijeretas, y acá me debo detener para contarles el caos que viví. Por favor no juzguen a esta pobre alma despistada, que tal vez por falta de atención casi encuentra la muerte.
Llego al centro de interpretación, que es parada oficial para conocer un poco más de las islas, y la puerta de entrada a Punta Carola y a Tijeretas, me habían dicho que lleve snorkel y lo olvidé. Pasé la primera bifurcación que dividía un sendero del otro, y en la siguiente bifurcación seguí de largo y es ahí donde empieza mi desastre. Camino hasta que se acaba el sendero, subo los miradores que por cierto tienen una vista de lujo, como todo; paso los miradores y subo toooodo el cerro Tijeretas, que se llama así por la forma de las colas de las fragatas, pues ahí anidan. Luego bajo toooodo el cerro, se acaba todo tipo de contacto con la civilización y yo sigo.
Con el tiempo me fui a enterar que el parque nacional Galápagos no se hace responsable de tu cuerpo en ese sector, que han habido varios cuerpos encontrados sin vida por allá, y que solamente se puede acceder a ese sitio con un guía, porque ir solo es peligroso. Pero mientras recorría este trayecto me preguntaba a qué hora me hablaron de que para llegar a Tijeretas la caminata era tan larga, nunca me dijeron que necesitaba como dos horas y más de caminata, me rompía la cabeza pensando en cómo se me pudo pasar esa información por alto... claro, es que nunca me dieron esa información. Hubo una parte en que me perdí, y hasta los palitos que señalizaban la ruta, se me desvanecieron.
Para no hacer el cuento más largo, llegué quién sabe cómo, a una playa que luego me enteraría que se llama Baquerizo, linda como todo, de aguas heladas y pedregoso, casi imposible de nadar. Nunca pensé que había llegado al lugar equivocado, más bien pensé que la gente que me había recomendado el lugar, no tenía muy claro qué recomendaba; cuestión de percepciones, pensé. Ese chiste, me robó tiempo al otro día y tuve que repetir mi visita pero ahora sí al sitio correcto, pero eso ya lo relato luego.
No me quedé mucho tiempo, porque no se podía nadar, saqué un par de postales para evidenciar que llegué al sitio, y emprendí el regreso, de dos horas de caminata para tomar mi nueva ruta hacia el otro lado de la bifurcación, Punta Carola.
Punta Carola es como una mini barrera de coral, preciosísima, donde solo estar ahí sentada te hace sentir a los pececitos recorrer tus pies, y ver los animalitos de colores que no ves en otra parte, muy muy lindo, no tengo foto de Punta Carola, porque estaba tan agotada, tan de mal genio incluso, que lo que quería era nadar, y tampoco allí se podía, porque era muy bajo, de pronto snorkel, pero había olvidado el snorkel así que para ser muy honesta, no disfruté ese viaje, y es otro de los pendientes con los que me quedo, sin duda hay que volver al encanto de las islas.
Justo saliendo del centro de interpretación (o llegando) se encuentra Playa Mann, que me quedo con la duda de cómo mismo se escribe porque cada cartel reza algo diferente, ahí me habían recomendado ver el atardecer, mientras sale la luna el sol se va poniendo y esa es una de las características de este sitio donde se llega también con el nombre de Playa de los Enamorados, justo por ese romántico espectáculo. Playa Mann es un mar turquesa donde se aparean los lobos, entonces era gracioso porque había un lobo macho en particular que iba y volvía, iba y volvía, y ninguna persona y me incluyo, podía ingresar al mar, porque cuando ya te armas de valor para pasar, el lobo regresa y te hace retroceder.
Quien diga que no le tiene miedo a los lobos marinos está mintiendo, son criaturas imponentes, y cualquiera de sus movimientos cuando menos, te inmuta y te paraliza, porque son enormes y poderosos. Finalmente si puedes pasar, que en mi caso sí lo logré, puedes nadar bastante bien, pues el mar es amplio y despejado. Yo no nadé mucho ahí, porque creo de forma personal que Playa Mann es una playa muy frecuentada por mucha gente, y eso ha dejado el rezago en el mar, la orilla de sus aguas está sucio, y es una pena, es de la única playa de la que tengo queja, la orilla de Playa Mann sí está sucia.
Con un solo día más a cuestas, me sentía mal de no haber hecho Tijeretas así que regresé el último día, y esta vez tomé el camino correcto, se volvió motivo de broma pues cuando Víctor y Nadya me dicen: pasaste la estatua de Darwin, yo me quedo con cara de haber escuchado mandarín, y ellos: ¡pero si es una estatua de dos metros!. Así que lo primero que hice fue tomarme la bendita foto con la estatua de Darwin, sobretodo para darme ánimo de que sí había llegado al lugar correcto. Mi travesía en la verdadera Tijeretas la resumo como una poza de agua preciosa, fuerte, imponente, con lobos marinos a tu alrededor, y un snorkel que me hizo entrar en pánico, así que esta es otra de las cosas que debo repetir, por pena conmigo misma no les cuento todo, pero sí creo que Tijeretas merece que regrese.
Finalmente visité un lugar que consideré un sueño, mi lugar en el mundo allá en San Cristóbal, Puerto Chino. Dicen que se llamaba así porque antes, cuando no había restricciones de ningún tipo, muchos barcos chinos iban a pescar a este lugar, y pude comprobar por qué. Mientras nadaba, un pez enorme, del que me dijeron el nombre pero acabo ahora de olvidar, saltó frente a mis ojos (era en serio enorme) y dio un giro en el aire, y luego, como yo quedé en shock pensando que había visto mal, lo volvió a hacer nuevamente frente a mis ojos.
Como conclusión, creo que Galápagos es costoso pero lo vale, que para conocer todas las islas hay que ir con más dinero y con más tiempo. Me quedé vuelta loca con las lagartijas, creo que es la especie que más me llamó la atención, y aunque parezca tonto, porque hay lagartijas en todas partes, las de Galápagos en serio son únicas. Siento que para cada ecuatoriano debería ser obligatorio conocer Galápagos, solo así podemos defender nuestro patrimonio y apropiarnos de un espacio que es nuestro, que ni en sueños creeríamos que es real. Yo no podía creer lo que mis ojos tenían delante, solo parada en el muelle pude ver en el mismo metro cuadrado, ahí en vivo y sin snorkel, sin siquiera estar metida en el mar, una manta raya, un lobo, una tortuga marina y un pez rarísimo. Esas cosas no las paga nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario