16 feb 2017

Encantada con las islas (Parte I)

Dice Facundo Cabral en una de sus trovas que no estamos aburridos de lo que pasa a nuestro alrededor sino distraídos. Tuve la oportunidad de escuchar siempre y tantas veces esa frase que hasta se me hizo vanal; pero viajé a las Islas Galápagos al este de Ecuador, y me di cuenta que más que en ningún otro lugar, ahí esa frase cobra sentido. Este es un viaje que les invito a hacer conmigo de cómo la pasé en Galápagos.

Siempre creo que depende mucho de lo que una quiere encontrar, del objetivo de la 'misión' de la razón del viaje. En mi caso particular quería conocer, quería reconocer, quería percatarme y vivir cosas que nunca habría imaginado. Demás está decir que lo logré absolutamente. Hice las cosas previas como buscar el vuelo con tiempo, buscar con tiempo el hotel y tener una lista de atractivos a visitar sin pierde, así que me encaminé a esta aventura que sabía que iba a cambiarme la vida.

Me hospedé con cinco personas más, y hay que destacar el rol fundamental que cumplió el tema de ser 'open mind' porque no cualquiera duerme con cinco personas que nunca has visto en tu vida. Otro punto a destacar es el tema del idioma; yo estaba con alguien de Bélgica, Nueva Zelanda, Argentina, Alemania, Estados Unidos y yo. Si no hubiera sido por el inglés, olvídate que nos entendíamos, que importancia tiene aprender, saber y dominar otra lengua. Experiencia por demás muy rica porque se aprende aunque no se quiera, cosas de todas las culturas, costumbres de otros países y cosas que otros vieron y que de pronto a una se le pasa.

Yo llegué a Galápagos gracias a la gestión de una amiga que me ofreció un hospedaje en San Cristóbal, así que no iba a pagar hotel allá (lo de las seis personas de booking fue en Santa Cruz), descubrí que ese gasto menos me iba a ahorrar muchísimo dinero así que decidí ahorrar y quiero derribar ese mito de que viajar a Galápagos es costoso porque, por lo menos para un ecuatoriano, no lo es. Yo fui con $400 y esa plata alcanza perfectamente hasta para los recuerdos, si es que se saben hacer las negociaciones pertinentes.

Galápagos es un destino costoso por todo, porque es dificil que los productos lleguen, porque se demoran en llegar, porque es un patrimonio natural, porque es el destino turístico más costoso del Ecuador y simplemente porque lo vale, pero sí creo que se deben aprovechar las diferencias que hay entre ecuatorianos y extranjeros. Por ejemplo la entrada al parque nacional cuesta $6 para un ecuatoriano y $100 para extranjeros, esa es muuuucha diferencia, y así con todo, los extranjeros sí pagan harto más por las mismas cosas.

Llegué en vuelo directo desde Quito, que por cierto hizo notar entre el vuelo de ida y el de regreso la expertiz de los pilotos, el primero nos hizo aterrizar como zambo, y el segundo ni siquiera nos hizo enterar cuándo salimos o llegamos. Esa misma tarde conocí un paraíso al que volví varias veces y cuando me encontré con mi compañera argentina de habitación me expresó del lugar palabras que no pueden ser más ciertas: cuando una encuentra su lugar en el mundo no tiene por qué buscar más; me estoy refiriendo a Playa de los Alemanes; tienes que tomar un botecito de 80 centavos que te lleva a las playas de Finch Bay (el hotel más caro del país) y caminas un aproximado de tres minutos y estás ahí, es un sueño de lugar y fue exactamente ahí donde encontré el sentido de la frase de Cabral: no estaba aburrida, estaba distraída de la vida, distraída de lo perfecto que puede ser simplemente sentarte a mirar, pero a mirar en serio, a escuchar de verdad. 

Me quedé en Playa de los Alemanes muchísimo tiempo, el mar es tan tranquilo, tan pacífico, entrega tanta calma, que simplemente es perfecto. Como dato, en la mañana es un escenario desolador, parece que estuviéramos en una zona de guerra, nada que ver con el paraíso que se arma en la tarde.

Ese día, como llegué tarde, no visité nada más. Mi amiga me había advertido que debía llevar repelente, hice caso omiso y pagué carísimo las consecuencias, realmente los mosquitos me acabaron en una hora, nunca más volví a salir sin repelente en Galápagos, tomen en cuenta esto y luego no digan que no les advertí.

Al otro día hice parada obligatoria en Tortuga Bay, me hablaron maravillas del lugar y creo que todas las descripciones se quedan cortas, y aún cuando yo pudiera contar algo sobre Tortuga, lo mejor es estar ahí; yo les resumo diciendo que vi un espectáculo que creo que nunca se repetirá en mi vida, una tortuga marina en su traslado desde ovopositar hasta sumergirse de nuevo en el mar. Se demoró mucho (porque es una tortuga) pero yo disfruté muchísimo porque esas son cosas únicas en el mundo que para volver a vivir simplemente habría que volver a nacer.

Pasé playa brava en Tortuga y me quedé en playa mansa que es simple y llanamente, un sueño, un golpe de felicidad en la cara, la mano del amor tocando tu cabello y soplando el viento dentro de tus pulmones. Todo lo que se diga de Galápagos es igual o más, y es real. 

Esa misma tarde estuve en Las Grietas, un destino increíble, que igualmente nunca imaginé ver, no imaginé vivir, me sentí tan afortunada de haber visto ese espectáculo, de haber vivido esa experiencia, que no puedo más que recomendarla, es un ensueño de lugar, es como sacar del mejor de tus deseos una partecita. Nadé muchísimo, hice muchísimo ejercicio sano, recibí el agua saladita, heladita, deliciosa, y con cada pataleo en el agua una limpieza a mi corazón, como un rebautizo de las cosas buenas que tiene la vida para mí. Encantadas no son las islas, encantada se queda una de estar ahí. 

Finalmente, como no iba a estar más tiempo, al día siguiente visité el Garrapatero, los túneles de lava, la laguna de las ninfas y el Rancho Primicias donde están las tortugas. Debo decir que los lugares son preciosos pero en el Garrapatero no pude nadar, muchísimas piedras y los pies ya me dolían de las caminatas previas, así que no lo disfruté tanto para ser sincera, pero los paisajes son preciosos, los espectáculos naturales que se presentan ante tus ojos son demasiado exquisitos, muy únicos, llenos de vida, de color, de cosas que nunca has visto y que no imaginas.

Mi visita a San Cristóbal merece una entrada completa así que eso haré, para la siguiente hablo de San Cristóbal. Por ahora recomiendo Santa Cruz de tal manera que no me caben los renglones, visiten las Galápagos y nunca se van a arrepentir porque no habrá sitio más bonito al que hayan ido o vayan después en toda su vida.

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