Seguramente si estuviera en la cárcel también escribiría un libro muy largo. Que hable de ti, de lo que pasamos, de lo vivido y de lo que se quedó en pausa para vivir en un hoy que no será más.
Supongo que la libertad de Puerto Rico va a cobrar muchas vidas entregadas a la independencia, como la mía. No siempre es la prisión la que queda como "castigo" a quienes peleamos por conseguir lo que por justicia le corresponde a un pueblo honorable y a gente luchadora que por desgracias de la suerte no ha podido obtener lo que mereciera.
En mi caso particular no es necesario mencionar que esta travesía que me conduce a empresas más desafiantes en el ámbito político, también me han entregado un tinte sombrío de soledad y nostalgia frente a lo que hubiera querido para mi propia patria y que nunca sabré si alguien consiga para mí como para los boricuas. Claramente el camino no está más trazado que en los ideales que empujaron a realizar esta revuelta, que es mucho más corta y menos pujante que la palabra revolución aunque sean primas hermanas.
Si Fidel Castro tuviera 50 años menos tal vez tampoco habría podido alcanzar tan fácilmente el éxito, porque incluso en las tierras caribeñas como todas las latinoamericanas, la suerte juega un papel indispensable, y parece que en días tan formidables como el 26 de julio de 1959 y el 12 de octubre de 1492 lo trascendental de la suerte ha hecho que estemos donde estamos y seamos lo que somos. No es profundidad ni novedad lo que escribo, es la realidad que las estrellas en las que creían nuestros ancestros nos han trazado.
Mi relato será franco, jamás corto. Una persona leal a sus principios jamás será escueta de palabra y mucho menos de accionar. Este escrito nace como carta para terminar siendo un tremendo ensayo destinado a enciclopedia acerca de la soledad que se siente aún estando tan rodeado de gente, y mucho más si es que esa gente vive solamente para ver como mueres y para quererte matar.
La conocí una mañana de septiembre, de esos tantos que ha visto y que seguirá viendo mi vida. No era una mañana fría. Estaba, digamos, en el punto exacto. Recuerdo claramente cómo estaba yo, pero mentiría si dijera algo de los demás, siempre uno pone su atención en uno mismo y de manera egoísta se olvida de los demás. Tal vez por eso es que me encuentro en este limbo de lucha sin victoria, sin derrota, sin patria y sin muerte. Nunca hubiera podido imaginar lo que el destino me preparaba, siendo supuestamente tan peleona y guerrera desde chiquita. Un animal que escondía los terrores que tengo incluso de adulta.
Mientras corremos a salvar nuestra vida, pero con el remordimiento de dar la espalda cuando sabemos que lo que deberíamos es dar la vida, invade el miedo y las rodillas flaquean. El tiempo pasa inadvertido pero eterno y miles de sentimientos embargan; el primero, el cabreo. No debería ser lo que es, todos vivimos en una tierra que es nuestra pero que no es de nadie, que hemos permitido que se ultraje y sin temor a equivocarme sé que es solo Cuba la que ha dicho mi tierra ya no es una prostituta para ustedes, le abrirá las piernas de Cuba solo a Cuba, y si alguno solo de los Latinoamericanos hubiéramos podido hacer lo mismo con nuestras patrias las historias de América serían otras.
Ansío el momento en que podamos ver un mundo sin colonias, sin dependencias más que las que nosotros mismos nos impongamos, no quiero más órdenes que no deseamos cumplir, debiera existir una legislación en la que todas las personas tengamos un código de honor, y sea el que fuere, lo respetaramos por encima de todo y sin irrespetar de paso a los demás. Defender una bandera y una idea, se hacía antes con amor y hoy por obligación. Pero esa pasión por la tierra debería ser la que acabe con el mundo para reconstruirlo otra vez.
Continuando con mi historia de amor, que debería ser la que gane el Nobel de la Literatura, te encontré en mis sueños después de más de un año de amistad inadvertida y sin importancia, un día te metiste tan profundo en mi cabeza que comencé a creer que estabas en mi corazón. Por un momento así fue, luego te saqué y volví a cuadrarte de manera definida en mi cabeza. Ahí estás aún, hasta el día en que el mundo decida que da la vuelta o que me reencarna en algo o alguien que pueda amarte con libertad, sin prejuicios y con la fidelidad que te he tenido siempre. También con profunda devoción.
Caminé de la mano contigo por dos años de forma ciega y con un amor fundado a capa y espada, un amor como los verdaderos... completamente irreal. Un día me descubrí a mí misma amándote en silencio sin que eso tenga que significar necesariamente desear. Aún sabiendo la claridad de mis sentimientos y el desorden total de mis instintos y de mi mente, atrapé una idea que sí funcionaba. Desligarme, soltarme de ti, ya dejar la dependencia a un lado, si peleaba por la descolonización de una tierra ajena a la mía, no podía predicar entonces una desvinculación que yo no practicaba por decencia, independientemente de a quién o qué dependiera y mucho menos por qué.
El día en que según yo, acabé con todo lo que tenía dirigido hacia ti, me alejé y el tiempo como siempre mostró su sabiduría y lo elegante de su presencia cuando me di cuenta que efectivamente si no te veía, no te quería. Cuando tuve de nuevo tus ojos conmigo casi muero otra vez, a pesar de que diría y negaria hasta en mis noches más frías que me hacía falta tenerte a mi lado. Hoy sé que no te amaba, pero tal vez sí te quería. Los quereres como hoy compruebo, te pueden llevar a una reclusión que sabías que vendría y aún así te lanzas porque si no te lanzas el sentimiento será peor.
Parece que eso pasó en este punto de la revuelta, se me mezclaba con el amor que le tengo a Latinoamérica, con el amor que le tengo a René. Se mezcla y se seguirá mezclando con el profundo deseo que tengo y que me embarga de ver a la gente moverse, condolerse cuando ven a alguien llorar o cuando una mujer se sube a un bus con un bebé en los brazos. Cuando un anciano tropieza en la calle o cuando una viejita camina tan despacio que te detiene a ver el valor del tiempo en la vida. Si me he condolido de algo y de mí, es de la indiferencia que tenemos los seres humanos y lo deshumanizados que nos hemos vuelto.
La celda, la soledad, la frialdad del sitio específico en que me encuentro me hace extrañar las camas más cálidas y las noches más tibias. Con cada uno de esos recuerdos está conmigo una lucha más, la de la carne, del fuego, del vencer a lo que veo con todas las armas que no tengo por gente que jamás me conocerá en un país al que no pertenezco, pero que por honor y disciplina debo hacer. Eso se llama conciencia, no poder dormir si no cumplo con lo que ha sido mi discurso desde muy joven.
Siempre fui una niña muy tonta que no tenía nada en la cabeza y aún ahora sé que lo único que tengo lleno es el corazón, porque en este preciso momento hasta la barriga se fatiga así haya comido un banquete o no haya probado bocado en días, la diferencia no existe, pero existe el dolor. Habrá que componer otro mapa, no hacer ni crear, componer. Porque componiendo se canta y con cada canto se logra un acercamiento a lo que no somos, pero que en nuestros sueños está que podríamos ser.
Ella no la pasó bien, sufría, le dolía que mi comportamiento y mi actitud fueran para herirla. Yo, no la hería con ganas de matar, pero torturaba porque me torturaban también sus actitudes que sin querer también nos mataban a las dos. Un día ella lo entendió, dejó todo de lado y a todos, los dejó por mí. Era mía y yo lo sabía, la tenía y me tenía aunque hoy sé por convicción que era más lo segundo que lo primero. Siempre iba a estar conmigo, estará inclusive cuando se libren nuevas batallas hasta en la misma muerte, sé que la tendré a mi lado cuando comande el barco más grande que puede visionar mi identidad. Ella, va a estar conmigo porque es a quien elegí para que sea mi otra mitad en la vida. ¿Dónde está René?, está ahí, sigue encima mío, y yo encima de él, cada noche los movimientos son diferentes. Pero estar no significa físico solamente.
No creo que haya habido un día más difícil, estar cerca de la guerra aunque no sea como nos las pintaron los libros, es siempre tenso, es terrible. Sabes que puedes morir y sales con terror pero sabes también que si tú no lo consigues tu fe debe ser tan fuerte que haga que el que quede sí lo consiga por y para todos. Correr por la selva, por el caribe, por la playa y por el monte. ¿Cómo hizo el Che Guevara para aguantar una revolución sin oxígeno y lleno de asma?, pues la respuesta es cursi, con la fuerza del corazón.
No hay narrativa en estos escritos, y como todo en mi vida la vehemencia de mi impulso me hará parar en la página cien, cuando me dé cuenta de que debe existir una reestructuración total de todas las hojas, pero por ahora el tiempo se ha detenido y estar dentro de estas paredes me hace pensar en lo bien que me habría hecho esta experiencia antes de representar una decena de personajes que hubieran querido entender el encierro como ahora lo entiendo. Le he tomado más gusto a escribir en computador que a mano y eso era algo que nunca quise pero como todo lo que uno no pide, es lo primero que se da. Estar sin poder salir de donde estás es como cuando uno sabe que tiene que levantarse de la cama, pero es ella misma la que te pide cinco minutos más.
Por supuesto que en esas noches no dormíamos, pasábamos de un susto a otro, con bombas que sonaban, gritos en silencio y un ambiente siempre tenso, que reflejaba la realidad de la situación, gran parte de historias de combate como estas, transcurren así; en la tensión de un silencio que grita y que avisa que todo puede estar tan mal como bien puede verse desde cualquier punto de la historia. Con ella no, nunca dormí.
Las ocasiones en que se iba de viaje y me dejaba sola, eran un verdadero suplicio para mí; prefiero el verdadero dolor que se siente al no sentir nada estando lejos, que ese dolor amortiguado y profundo cuando algo está tan cerca. Se supone que no se deben cruzar las emociones pero es mentira, todo se cruza en una sola realidad. Una revuelta social solo consigue hacer que los pequeños amores le echen fuego a esos amores grandes, como un amor no correspondido y difícilmente entregado hará que el amor que se le tenga a una causa libertadora crezca hasta el punto de llegar a las nubes. Por eso la causa liberal para los hombres es tan apasionada, porque han de saciar así sus necesidades sexuales humanas.
En mi caso particular no era la excepción, aunque debo asumir que ir siempre de la mano (metafóricamente) de sus ideales, de su pujanza, de la lucha y los principios de un hombre que primero respeto y luego admiro, hicieron que me volviera mucho más pegada a la tierra justamente sabiendo que estábamos tan cerca de lograr el triunfo, y no yo para mí, sino todos los puertorriqueños, para su causa justa y honesta que era su propia libertad y la descolonización de una tierra que los tenía como un garage más de sus ambiciones.
Por otro lado no podemos decir que Estados Unidos no haya sufrido, ha pagado caro en consecuencia a sus actos, probablemete sacando ellos mayor provecho de las reacciones de sus enemigos al victimizarse ellos por encima del mundo, y como todo lo que es más visible, esas mentiras se volvieron realidades que a todos nos dolían porque todos tenemos un hermano, un amigo o un buen vecino por tierras norteamericanas que por muy distanciados que estuviéramos, les deseábamos siempre el bien para ellos y sus familiares, tanto los que se van como los que se quedan, porque el que se va sufre solo y sufre más. Los que estamos acá sufrimos todos juntos, pero la ventaja es que podemos hacer las luchas juntos que el que está solo desearía por el hecho de estar más cerca.
Volviendo a mi oscuridad, a mi sombría prisión, hay que tomar en cuenta que es un momento eterno de paz que hay que disfrutar leyendo un buen libro o escribiendo otro que tal vez no sea tan bueno pero que sí es apasionado, y como los mejores chistes, que salen en momentos de necesidad como una salvación, las letras son la cordura de los que estamos encerrados sin tener nada más que hacer que pagar una pena que no debería ser delito sino derecho. Presos, como si fuéramos asesinos o delincuentes, como si hubiéramos hecho daño a alguien. Muchas veces los que hacen las leyes se olvidan que las leyes las hacen los bandidos.
Pelear por una causa justa le compete a cada persona y a cada pueblo, pero el Che Guevara creía con total convicción en algo en lo que estoy de acuerdo, decía (y lo adapto a mi entendimiento) que si usted y yo podíamos temblar de dolor al ver cómo se cometen injusticias en el mundo, somos compañeros de ideología en el alma, y eso nos hacía hermanos también. Ese irrenunciable decreto que sale de un hombre que en vida fue sencillo y jamás imaginó lo espectacular que sería después de muerto, hace que piense que si los hermanos cuasi gringos pero latinizados me necesiten, no a mí precisamente, si no a una mano más que pueda soportar el peso de un arma y unas piernas que puedan recorrer todos los kilómetros que se necesitan para lograr la paz interna que se consigue solo con libertad. Por eso estoy aquí, no es por ayudar sino por crecer y empujar.
Quienes "ayudamos" a veces necesitamos el doble de ayuda, quisiéramos lo mismo. Pero en Ecuador no tenemos un prócer después de las tremendas Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña que forjaron con su indigenismo y con la fuerza de una mujer de la tierra un futuro de libertad y un camino de pelea sin tregua de los indígenas ecuatorianos sobre los gobiernos opresores y sobre las personas que los miraran por abajo. En Ecuador no tenemos un René Pérez todavía que nos lleve a ritmo de pies y cabeza a movernos todo el tiempo como hormigas mediante una canción hacia la lucha, sea pacífica o armada, pero sí exigente, no menos controvertida y sí muy comprometida con las cosas que todos deseamos pero que no todos tenemos los ánimos de exigir. En la historia siempre habrá alguien que diga todo lo que algunos no podemos decir.
El don de la palabra no se nos ha entregado a todos por igual, algunos hablamos menos, otros hablamos de más, otros por más que quisiéramos hablar no nos sale en el momento exacto y mucho menos como quisiéramos. Lo cierto es que en este mundo todos pasamos por todas esas etapas mencionadas, solo que con frecuencias diferentes. Ella hablaba siempre, hablaba más aún cuando con su silencio mataba todas mis esperanzas. Yo era la que hablaba de más y cuando debía hablar nunca decía nada; ella era la que casi no hablaba, pero cuando lo hacía la medida era tan exacta que no quedaban ganas ni de refutarle ni de seguirle preguntando. Hablaba por mí, y me hablaba mediante sus ojos, porque si hay algo que nunca pudo hacer es hablarme a mí de frente, se escudaba en todo. Le daba miedo que yo con mi sabiduría campechana matara sus teorías filosóficas universitarias. Siempre quedaba demostrado que la vida se imponía como el mejor maestro antes que los maestros que pretenden enseñarte lo que es la vida. Yo hablaba por ella, y me decía a mí misma lo que ella me quería decir pero que nunca se atrevía, aunque mis palabras no fueran tan expresivas como sus ojos.
Pelear, luchar, moverse. Todo es tan humano, pasa que era por eso que no se entendía cómo los que nos apresaron y que aún nos tienen en aislamiento total no puedan dejarnos salir, no por transgredir la ley, sino porque la ley está transgrediendo a los derechos, y la verdad es insultante. Es como si uno estudiara toda la vida para que al final te dijeran, muy bien, todo lo que aprendiste no es verdad porque nadie lo cree, ni lo respeta y mucho menos lo aplica. Eso siento, y eso es más insultante todavía.
Ella peleaba y su corazón estaba tan lleno de fuego como el mío, pero en mi caso yo era mucho más apasionada que ella, cuando ella peleaba lo hacía desde la lógica, lo mío era a pulso con puro corazón, siempre terminaba siendo yo la apresada, la castigada; ella nunca se ensuciaba las manos, jamás lo hacía.
*Texto escrito en 18/10/2012
*Texto escrito en 18/10/2012
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