Terminé mi semana de clases intensivas con mis alumnas, mis niñas grandes. Es impactante en una disciplina como el arte, la magnitud de la impresión que puede crear en ellas el abrirse un poco a ser ellas mismas sin juzgarse y dejándome a mí, ingresar en sus vidas. Estoy demasiado agradecida por tener la oportunidad de ver un lado mucho más humano de la educación, que el lado al que siempre nos acostumbró la educación tradicional.
La vida de estas chicas, ha sido tan dura, tan diferente a la mía, tan llena de obstáculos que es imposible no sentir un cierto privilegio al saber que tuve acceso sin límites a la educación, a la formación en artes, a la formación deportiva, a las actividades lúdicas y que mucha gente no tiene eso. Ser docente es una responsabilidad infinitamente grande, lo he sabido siempre, pero luego de terminar esta semana intensiva lo ratifico.
Por ética no puedo, y nunca debería contar lo que escuché de la boca de mis alumnas, ni sus vivencias, ni sus problemas, ni sus conflictos. Por humanidad debería protestar por no formar en arte a todas y todos los y las (que tema con esto de los géneros de los artículos) alumnos, y alumnas...... de todas las carreras universitarias. En el caso de mis estudiantes, que siguen talento infantil es indispensable formarlas en humanidades porque luego ellas trabajarán con niños.
Aprendí mucho, conocí mucho de ustedes, de mí, de lo injusto de las historias y de lo elitista que sigue siendo la educación en mi país. Identificarse con sus relatos de vida lejos de ser sencillo, se me hace una necesidad imperiosa. Gracias por estar frente a mí con los sentimientos desnudos, trato y trataré siempre de protegerlos porque sé lo frágiles que son.
Ver sus risas de niñas siendo ustedes adultas, me llena el corazón porque sé que no se han dado, no han podido, o no han tenido el tiempo de reír. Ver sus lágrimas me llena de impotencia y de ganas de darles un abrazo enorme porque sé que a veces llorar es lo único que sana, pero que luego del llanto se sienten solas. Verlas correr, jugar o saltar me hace sentir que les estoy dando un poco de mi energía y que el tiempo que he compartido con ustedes nunca lo volveré a repetir, por eso entrego todo lo que soy y lo que puedo dar.
Sus historias, que me hicieron reír, y me hicieron llorar, las llevo conmigo para recordarme que no acepté ser docente para recibir un sueldo sino para entregarles la oportunidad de darles las herramientas para que sean dueñas de su futuro, de sus sueños, de sus actos, de sus silencios, de sus miedos. Y que esas herramientas se hacen sin dañar y no para dañar, sino como una balsa en la que pueden contener lo que son, o desbordarlo con amor a sus cuerpos y a su mente.
Mi compromiso con la docencia siempre, porque somos los formadores de los que formarán mañana a nuestros niños, en respeto, en disciplina, en sensibilidad, en tiempos personalizados, formación en responsabilidad con los humanos que tenemos delante.
Ser docente, es una de las cosas que más me llenan en la vida, y será un honor hasta la muerte. Las extrañaré siempre mis niñas grandes, las recordaré hasta que sea viejita!
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario