Repasando la serie de entrevistas realizadas,
escuchar de nuevo lo que dijo para este trabajo Sofía Zapata, vuelve a convocar
lágrimas, como una tristeza nostálgica de lo feliz que puede ser el ayer.
Pensando en que también hubo un día en que se tomó la decisión de hacer arte y
no fue fácil, fue irse contra el mundo y contra sus habitantes, pero hay
gratificaciones que no las paga la plata.
Tal vez, luego de lo duro de pasar muchos estudiando comunicación, es que una piensa que al final, con lo que hay que quedarse, siempre
estuvo presente, que fue el deseo de mostrar una realidad que todos los
artistas viven, y que estas líneas sirven como excusa para convocar demandas y
deseos de todos. Eso fue el arte y el periodismo en la vida de la autora, el
privilegio de quejarse con razones y fundamentos, de forma elegante.
Sofía, es una clown muy parecida a sus
personajes, que cuando sale del escenario, refleja lo mucho que ha aprendido en
su escuela de arte, en el clown y en la vida. Su discurso gira en torno a la
educación y a la tolerancia; cree que los niños deberían ser formados para
desarrollar la creatividad, logrando esto mediante la resolución de problemas
que los harán más sensibles cuando vean un proceso artístico. Sostiene que es
difícil que un ser humano al crecer, reconozca un lenguaje artístico con el que
no se identifica porque le fue ajeno siempre.
Además, considera como una ventaja social que
Ecuador sea un país que funciona con lo lúdico como mecanismo de trabajo, y
pone de ejemplo la realización de mingas u hornados solidarios que acercan a la
gente; eso es hacer que la gente juegue y genere procesos creativos a su modo,
así es como se identifican con las cosas, porque saben el esfuerzo que
requieren, porque viven un proceso, en el arte por lo tanto podría ser igual.
Esto acercado al espacio público, significaría
en una enseñanza lúdica crear un mural como comunidad, por poner un ejemplo,
porque eso ya acerca a la sociedad a reconocer procesos creativos y artísticos;
en palabras de Sofía, eso resolvería muchas cosas porque “si no conoces ni
reconoces el proceso, es iluso que lo entiendas”. Al hacer referencia al
conocimiento de los artistas sobre las leyes que rigen el país en materia
artístico cultural, su postura es que los artistas deben salvar el día a día, y
eso no permite que se concentren en lo más palpable que al final afecta a todo
el sector.
Piensa que en la sociedad, todo debería
funcionar como en una orquesta, con cada quien su rol. Porque pueden existir
espacios en apariencia muy inofensivos, pero detrás de eso, puede tratarse de
espacios sustentados por instituciones que no cumplen con intereses sociales,
sino con una política de responsabilidad social no honesta. En este aspecto
también cree que es comprensible que cada espacio responda a los deseos de sus
dueños, pero en el arte –dice- no hay que cerrarse, pues tal vez lo que para
algunos puede ser la definición de arte, puede pasar como algo desagradable
para otros. Pero el que sea desagradable para unos cuantos, no significa que no
exista.
Por el lado de los prejuicios sociales, Sofía
sostiene que todo comienza porque han existido años y años de mal formación con
respecto a los artistas y con lo que ellos hacen. Un rastafari puede no ser un
vago o un desaseado cuando se convive con él. Aunque Quito va rompiendo de a
poco esos prejuicios, desde el colegio con los constantes cortes de cabello
obligatorios en los varones, imposibilidad de aretes o de tintura en el
cabello, ya se va segregando a las personas a pensar que quien esté de manera
menos ‘formal’ está cumpliendo un rol de desadaptado social, como se tiene a
los artistas.
De alguna forma es así, para Sofía, porque el
arte busca la transgresión, pero los prejuicios deberían ser llevados a un
nivel más humano, a mirar a los demás como en un espejo, porque detrás de esos
seres con ropa extravagante o con peinados que no son comunes, hay hermanos,
hijos, padres, estudiantes. Personas en definitiva.
Sofía cuestiona mucho lo que es el arte, para
ella es comunicación, pero también un compromiso, pues al tener un espacio en
la mente de las personas, eso obliga a no olvidar de dónde sale cada quien.
Dice que el arte hace preguntas, y nunca se deja de cuestionar, aun cuando el
99% de la sociedad esté bien, o de las relaciones entre pueblo-estado, hay que
cuestionarse siempre como artistas, y por medio del trabajo cuestionar a la
sociedad, por qué no se llega aún al 100%.
Que el arte sea útil, un proceso en el cual
involucrarse y estimular el pensamiento crítico, generar movimiento en las
cabezas humanas, eso debería intentar el arte desde la perspectiva de Sofía.
Aunque según su criterio a los poderes no les conviene generar una enseñanza
del arte, porque el tener un discurso como seres humanos, genera subversión y a
los gobiernos les conviene que la gente esté callada sin hacer ni decir nada,
porque eso podría generar otras alternativas sustentables para la vida.
Sofía proponía un ejemplo, sobre el que una
comunidad necesite una carretera, pero si esa comunidad tuviera formación
creativa, en el que aprendiera a resolver problemas, una alternativa
sustentable a esa carretera sería que de pronto no necesitan esa carretera,
porque podrían movilizarse de otra manera. Por eso no se apuesta por el arte,
porque agita a la gente.
Lo que es más cómodo para las instituciones es
entregar dinero, incluso sin conocer si el proceso al que entregan el dinero es
un proceso completo, formativo, detallado, tiene un discurso. Lo importante es
sentir que han aportado, copiando la frase de Sofía su intención es: “Toma
platita y haz algo, y yo apoyo a la cultura y tú comes”. Para esta artista de
la nariz roja, hay que estar en contra de esos procesos que agreden a las
comunidades, haciendo referencia por ejemplo a los proyectos que funcionan para
dar talleres en espacios rurales. Para Sofía son una agresión porque los
artistas van, hacen y se van (yo incluyo que es eso lo que se está haciendo en la zona cero del terremoto). La gente de ese espacio se queda con menos que lo
que tenía antes, porque no se le enseñó a hacer, simplemente se hizo sin
seguimiento.
Arremete también hacia los medios, y dice que
son generadores de desinformación en arte, de poca educación sobre lo que es el
trabajo artístico, dice que muchas veces cuando la han entrevistado por sus
trabajos, quien llega no 'cacha' nada de lo que hace, simplemente ese día faltó
quien cubría cultura, o peor que eso, el que cubre cultura no sabe nada de
clown, ni de nada sobre el arte, medio buscan en Internet dos que tres datos,
hacen una nota en dos minutos y se van.
Hace referencia a la tendencia creciente de que
los periodistas ‘culturales’ no son los que están en formación ni buscan
constantemente datos e información, “tú como artista debes buscarlos, y
pedirles que por favor te saquen”. Es más importante para los periodistas que
la nota no tenga faltas de ortografía (y ni eso en algunos de los casos) o que
cumpla con los caracteres que les pide el editor, pero no importa la humanidad.
Al preguntarle a Sofía, sobre una entrevista que
recuerde que haya sentido que respetó su trabajo, habla de Radio Visión y
sostiene que quien le realizó la entrevista, se dio todo un trabajo de
conocerla primero a ella, de humanizar el proceso, y al final, cuenta que
terminó hablando de ella misma en la entrevista, que en teoría no tenía nada
que ver con lo que fue a hablar realmente en ese espacio. Pero luego se dio
cuenta que esa entrevista estaba mostrando, una parte más de piel, más honesta
y que la gente agradece eso; porque no era alguien vendiendo una obra de teatro
como siempre suele ser, sino una persona hablando de sus miedos, y de lo que le
costaba salir a escena, eso generó empatía en la gente, y esa empatía es para
Sofía, la que hace que al final, la gente te dé su plata cuando paga la entrada
en una obra.
 
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