22 jul 2016

Desde la vulnerabilidad del clown

Repasando la serie de entrevistas realizadas, escuchar de nuevo lo que dijo para este trabajo Sofía Zapata, vuelve a convocar lágrimas, como una tristeza nostálgica de lo feliz que puede ser el ayer. Pensando en que también hubo un día en que se tomó la decisión de hacer arte y no fue fácil, fue irse contra el mundo y contra sus habitantes, pero hay gratificaciones que no las paga la plata.

Tal vez, luego de lo duro de pasar muchos estudiando comunicación, es que una piensa que al final, con lo que hay que quedarse, siempre estuvo presente, que fue el deseo de mostrar una realidad que todos los artistas viven, y que estas líneas sirven como excusa para convocar demandas y deseos de todos. Eso fue el arte y el periodismo en la vida de la autora, el privilegio de quejarse con razones y fundamentos, de forma elegante.

Sofía, es una clown muy parecida a sus personajes, que cuando sale del escenario, refleja lo mucho que ha aprendido en su escuela de arte, en el clown y en la vida. Su discurso gira en torno a la educación y a la tolerancia; cree que los niños deberían ser formados para desarrollar la creatividad, logrando esto mediante la resolución de problemas que los harán más sensibles cuando vean un proceso artístico. Sostiene que es difícil que un ser humano al crecer, reconozca un lenguaje artístico con el que no se identifica porque le fue ajeno siempre.

Además, considera como una ventaja social que Ecuador sea un país que funciona con lo lúdico como mecanismo de trabajo, y pone de ejemplo la realización de mingas u hornados solidarios que acercan a la gente; eso es hacer que la gente juegue y genere procesos creativos a su modo, así es como se identifican con las cosas, porque saben el esfuerzo que requieren, porque viven un proceso, en el arte por lo tanto podría ser igual.

Esto acercado al espacio público, significaría en una enseñanza lúdica crear un mural como comunidad, por poner un ejemplo, porque eso ya acerca a la sociedad a reconocer procesos creativos y artísticos; en palabras de Sofía, eso resolvería muchas cosas porque “si no conoces ni reconoces el proceso, es iluso que lo entiendas”. Al hacer referencia al conocimiento de los artistas sobre las leyes que rigen el país en materia artístico cultural, su postura es que los artistas deben salvar el día a día, y eso no permite que se concentren en lo más palpable que al final afecta a todo el sector.

Piensa que en la sociedad, todo debería funcionar como en una orquesta, con cada quien su rol. Porque pueden existir espacios en apariencia muy inofensivos, pero detrás de eso, puede tratarse de espacios sustentados por instituciones que no cumplen con intereses sociales, sino con una política de responsabilidad social no honesta. En este aspecto también cree que es comprensible que cada espacio responda a los deseos de sus dueños, pero en el arte –dice- no hay que cerrarse, pues tal vez lo que para algunos puede ser la definición de arte, puede pasar como algo desagradable para otros. Pero el que sea desagradable para unos cuantos, no significa que no exista.

Por el lado de los prejuicios sociales, Sofía sostiene que todo comienza porque han existido años y años de mal formación con respecto a los artistas y con lo que ellos hacen. Un rastafari puede no ser un vago o un desaseado cuando se convive con él. Aunque Quito va rompiendo de a poco esos prejuicios, desde el colegio con los constantes cortes de cabello obligatorios en los varones, imposibilidad de aretes o de tintura en el cabello, ya se va segregando a las personas a pensar que quien esté de manera menos ‘formal’ está cumpliendo un rol de desadaptado social, como se tiene a los artistas.

De alguna forma es así, para Sofía, porque el arte busca la transgresión, pero los prejuicios deberían ser llevados a un nivel más humano, a mirar a los demás como en un espejo, porque detrás de esos seres con ropa extravagante o con peinados que no son comunes, hay hermanos, hijos, padres, estudiantes. Personas en definitiva.

Sofía cuestiona mucho lo que es el arte, para ella es comunicación, pero también un compromiso, pues al tener un espacio en la mente de las personas, eso obliga a no olvidar de dónde sale cada quien. Dice que el arte hace preguntas, y nunca se deja de cuestionar, aun cuando el 99% de la sociedad esté bien, o de las relaciones entre pueblo-estado, hay que cuestionarse siempre como artistas, y por medio del trabajo cuestionar a la sociedad, por qué no se llega aún al 100%.

Que el arte sea útil, un proceso en el cual involucrarse y estimular el pensamiento crítico, generar movimiento en las cabezas humanas, eso debería intentar el arte desde la perspectiva de Sofía. Aunque según su criterio a los poderes no les conviene generar una enseñanza del arte, porque el tener un discurso como seres humanos, genera subversión y a los gobiernos les conviene que la gente esté callada sin hacer ni decir nada, porque eso podría generar otras alternativas sustentables para la vida.

Sofía proponía un ejemplo, sobre el que una comunidad necesite una carretera, pero si esa comunidad tuviera formación creativa, en el que aprendiera a resolver problemas, una alternativa sustentable a esa carretera sería que de pronto no necesitan esa carretera, porque podrían movilizarse de otra manera. Por eso no se apuesta por el arte, porque agita a la gente.

Lo que es más cómodo para las instituciones es entregar dinero, incluso sin conocer si el proceso al que entregan el dinero es un proceso completo, formativo, detallado, tiene un discurso. Lo importante es sentir que han aportado, copiando la frase de Sofía su intención es: “Toma platita y haz algo, y yo apoyo a la cultura y tú comes”. Para esta artista de la nariz roja, hay que estar en contra de esos procesos que agreden a las comunidades, haciendo referencia por ejemplo a los proyectos que funcionan para dar talleres en espacios rurales. Para Sofía son una agresión porque los artistas van, hacen y se van (yo incluyo que es eso lo que se está haciendo en la zona cero del terremoto). La gente de ese espacio se queda con menos que lo que tenía antes, porque no se le enseñó a hacer, simplemente se hizo sin seguimiento.

Arremete también hacia los medios, y dice que son generadores de desinformación en arte, de poca educación sobre lo que es el trabajo artístico, dice que muchas veces cuando la han entrevistado por sus trabajos, quien llega no 'cacha' nada de lo que hace, simplemente ese día faltó quien cubría cultura, o peor que eso, el que cubre cultura no sabe nada de clown, ni de nada sobre el arte, medio buscan en Internet dos que tres datos, hacen una nota en dos minutos y se van.

Hace referencia a la tendencia creciente de que los periodistas ‘culturales’ no son los que están en formación ni buscan constantemente datos e información, “tú como artista debes buscarlos, y pedirles que por favor te saquen”. Es más importante para los periodistas que la nota no tenga faltas de ortografía (y ni eso en algunos de los casos) o que cumpla con los caracteres que les pide el editor, pero no importa la humanidad.

Al preguntarle a Sofía, sobre una entrevista que recuerde que haya sentido que respetó su trabajo, habla de Radio Visión y sostiene que quien le realizó la entrevista, se dio todo un trabajo de conocerla primero a ella, de humanizar el proceso, y al final, cuenta que terminó hablando de ella misma en la entrevista, que en teoría no tenía nada que ver con lo que fue a hablar realmente en ese espacio. Pero luego se dio cuenta que esa entrevista estaba mostrando, una parte más de piel, más honesta y que la gente agradece eso; porque no era alguien vendiendo una obra de teatro como siempre suele ser, sino una persona hablando de sus miedos, y de lo que le costaba salir a escena, eso generó empatía en la gente, y esa empatía es para Sofía, la que hace que al final, la gente te dé su plata cuando paga la entrada en una obra.

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