15 jul 2016

Arte para educar, vivir, jugar IV

Quiero cerrar este apartado de arte para educar, con el compromiso que requiere no desentenderse de los temas que importan, sin dejar de hacer seguimiento a todas las artes de las que he hablado en estos espacios escuetos como el grafiti, la ilustración, el muralismo, las artes escénicas (la danza como la última rueda del coche), la música y hoy, el arte peor visto, el que sigue sin considerarse arte, el que sigue siendo tachado de vandalismo de forma aún pero que el grafiti, el tatuaje.

Hablé con Santiago Terán, tatuador desde hace décadas y propietario de uno de los salones de tatuajes en Quito, que por cierto, tiene a varios artistas cotizados y buenos con mayor frecuencia. Santiago hace una crítica a los artistas de hoy, considera que los murales, o exposiciones que rondan por la ciudad, no tienen ni artística, ni punto de vista, ni cuestionamiento ciudadano. Cree que quienes llegan ahí son los mismos miembros de las entidades gubernamentales “ya se creen fotógrafos porque hacen un click”, y piensa que de esas exposiciones “tal vez una valdrá la pena”.

Está de acuerdo en que existan leyes, pero cree que también eso debe analizarse, porque el querer poner un título en fotografía a alguien, pondrá en evidencia que acá en Ecuador no hay una carrera de alto nivel en fotografía, según su criterio, y eso le parece absurdo.

En las mismas leyes, menciona que conoce la ley del 1x1, pero que eso en vez de ser un apoyo a la música o al arte, obliga a las radios a incluir en sus parrillas “cualquier cosa”, pues cuenta que ahora alguien que medianamente toca un instrumento y se junta con otro que medianamente maneja otro, y ahora hacer un CD cuesta $300, entonces ya se creen artistas. En ese sentido, cree que mejor que la ley, se debería generar que los artistas ganen un espacio con su trayectoria y con demostrar que realmente tienen producto de calidad.

También critica a las leyes en cuanto al otorgamiento de permisos para trabajar; “para montar un estudio de tatuaje, te piden los mismos papeles que para montar una peluquería, te hacen hacer trámites burocráticos y no artísticos”, y cree que en arte no se invierte lo suficiente, su estudio de tatuajes, se encuentra entre Amazonas y Calama, y cuenta que la Alcaldía de Augusto Barrera* levantó tres veces la calle, una para alcantarillado, otra para soterramiento de cables, y otra por repavimentación, los tres levantamientos en dos meses “para mí es mucho dinero perdido, y por mencionar otra cosa, hoy las bicicletas de la ciclovía, están de adornos encima de los centros comerciales.”

Con respecto a la sociedad, opina que para la gente siempre es más fácil criticar y juzgar que conocer, además culpa a la televisión de lo mucho que estandariza los prejuicios. Ataca contra la televisión al mencionar que el contenido de los canales es basura totalmente “está bien ese contenido cuando quieres desahogarte un rato y no pensar, pero no todo el tiempo. En televisión hasta los programas de investigación están desapareciendo” y menciona como ejemplo a 30 minutos plus, que salió del aire. “¿Cómo puedes pedirle a un pueblo cultura, si desde las bases no se ocupan de ello?”, y con bases hace referencia al Estado y a los medios.

Pide respeto a todos los sectores (gobierno, sociedad, artistas) “el arte no lo puedes criticar, porque es personal y cada quien considera como arte algo diferente; el arte no se puede criticar, pero el irrespeto sí”.

El tatuaje, que ancestralmente era un augurio de protección para las comunidades nativas de los pueblos originarios del mundo, que son un símbolo de poderío, de fuerza, confianza o algún grado dentro de esas sociedades, poco a poco se reivindica con las nuevas generaciones, sin embargo hay todavía rezagos de esos prejuicios que deben erradicarse, no se puede determinar la calidad humana o profesionalismo de un individuo únicamente por su apariencia. O por sus gustos o decisiones.

Es importante combatir este tipo de aniquilaciones humanas porque son las que dan pie a estos ataques sin sentido, a estos odios infundados entre religiones, etnias, sexos, por un tema único de preferencias. La decisión de vivir en paz, de no hacer daño tiene que empezar por propender a la empatía, por no dejar de sensibilizarse ante el dolor humano a pesar de las diferencias.

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