16 nov 2025

Pozos de agua azufrada en Choconchá y Andil

Por allá por 2019 conocí a uno de mis compañeros de maestría, su nombre es Hugo Salazar y tenía interés en realizar gestión cultural del patrimonio cultural intangible. No fue hasta el 2020 de la pandemia que tuvimos que encontrarnos todos en virtual en que realmente escuché de qué se trataba y, con el tiempo, él hizo su tesis de maestría que posteriormente yo leí y me quedé absolutamente maravillada por lo que encontré.

Hugo es oriundo de la provincia de Manabí, del cantón Jipijapa; cuando leí su tesis descubrí con sorpresa que la tesis era un tratado académico sobre lo importante que es para la comunidad de Choconchá y de Andil recibir atención por parte del INPC de Ecuador en relación a los pozos ancestrales de la comuna; pero lo verdaderamente mágico y que me voló la cabeza estaba en su material anexo; la academia había despojado la relevancia de aquel material por no ser cuantificable ni probado científicamente, por lo que le relegó a un espacio aislado que, inteligentemente, Hugo ubicó en un libro testimonial de mujeres.

Este escrito pretende poner atención en lo curioso del caso, en la relevancia que tiene hacer tesis de maestría y, en lo fundamental que es tener gestores culturales que dialoguen con su entorno y entiendan sus contextos desde adentro para atraer la mirada hacia soluciones y mejores condiciones de vida en relación al patrimonio y a las prácticas tanto artísticas como ancestrales de los sitios más descentralizados del país.

1.- El agua y los pozos

Situemos geográficamente el relato en las comunas de Choconchá y de Andil, en el cantón Jipijapa provincia de Manabí, las separan pocos metros de distancia y en ellas (así como en numerosos otros lugares del cantó y de la provincia) hay unos pozos de agua azufrada distribuidos de manera curiosa por todo el territorio manabita. Estos pozos, de agua azufrada, han servido desde tiempos inmemoriales para que las comunidades se abastezcan de líquido para lavar, cocinar, beber, bañarse, etc. porque, a 2025, siguen sin agua potable.

Lo curioso de estas aguas es que, desde 1911 que data el más antiguo material audiovisual, se han registrado relatos de cientos de personas que confirman haberse curado de enfermedades catastróficas o usar las aguas para impedir la sarna o infecciones a la piel. De la misma manera, se registran hasta la fecha miles de personas que se llevan esa agua para el consumo humano sin presentar ningún tipo de bacteria, intoxicación o malestar.

El agua de los pozos de Andil es un agua que tiene una composición química no estudiada todavía y que, en su estado más puro no requiere hervido. Se cree que centenios atrás, los pozos de Choconchá eran lavatorios, aunque actualmente, y posterior al desplazo recibido, Andil solo funge de lavandería.

Son dos cosas distintas el lavatorio para curaciones y la lavandería para lavar ropa. El INPC sí ha intervenido la zona, y cada vez que ha llegado su presencia ha transformado en negativo los espacios, cuando llegaron a Choconchá su presencia hizo que el agua se enturbiara porque pusieron unos lavaderos de cerámica, acabando con los lavaderos milenarios. Las mujeres fueron desplazadas a Andil, donde también se hicieron lavanderías de cerámica.

La comunidad da cuenta de múltiples relatos donde ven seres elementales manifestarse, y además tienen una especial conexión con el agua que al ser azufrada presenta unas burbujas que con el correcto procedimiento, pueden encenderse hasta hacer fuego. Sí, tal como lo leen, agua que prende fuego.

2.- Lo arqueológico

Los pozos tienen una profundidad de aproximadamente 12 metros, curiosamente se encuentran por decenas en el suelo del lugar, hubo hace muchísimos años una represa que reventó, se cree que como el agua es azufrada con gases, ellos debían salir por algún lugar y reventaron, lo cual despierta la teoría de que pueden ser fumarolas volcánicas que están activas, aunque dormidas por ahora.

La comunidad cuenta con un esbozo de museo, que consta de una vitrina donde han ido poniendo lo que, de manera muy amateur han ido encontrado: huesos, dientes, colmillos de animales, cerámicas, piedras con inscripciones tan diversas como los jeoglifos egipcios, hebreos, japoneses, entre otros. 

Sospechan que puede haber sido un centro ceremonial al que acudían los españoles en busca de la quina -no confundir con la quinua-, ya que los españoles estaban infestados de peste negra y la quina representaba la sanación. Posterior a la llegada de los españoles la quina quedó extinta, como se relata en los libros de historia.

Choconchá y Andil no tienen un arqueólogo o historiador de planta, los estudios han llegado por parte de Lenin Cadena que es un arqueólogo que, con amor y entusiasmo se ha dedicado a estudiar la zona por diez años, aunque no termina de comprender y tuvo que tomar otro camino e irse de Jipijapa, avanzó a implantar en la comunidad la idea de buscar mejores comprensiones de las características geográficas de la ubicación de los pozos, y de la composición física y química del agua.

Los moradores del sector tienen un poco de recelo de involucrarse de nuevo con el INPC, porque aunque estos han declarado la zona como de relevancia arqueológica porque hay piedra trabajada y lo que podría ser una pirámide como las de Teotihuacán o Chichén Itzá, el permitir que excaven es también destruir una parte de su historia y además, ofertar todo para el municipio y no para la comuna. Internamente tienen varios conflictos en relación a lo que deben hacer, mientras un grupo apoya la idea de vincularse con los políticos y entregarlo todo a cambio de dinero, otros entre los que se incluyen los líderes comunitarios consideran que el poder debe estar dentro de la comuna para preservar el patrimonio como funciona el balneario de Agua Blanca en la cercana Puerto López.

Agua Blanca es, sin duda, un modelo del turismo comunitario sostenible donde las 97 familias se hacen cargo durante el año de todo lo que tiene que ver con el pozo, el turismo, la joyería, la alimentación, el hospedaje, etc. Ellos mismos son los guías, ellos mismos cultivan el palo santo, las mujeres realizan orfebrería y la venden, así como se encargan de poner platos a la carta al público y de ser las encargadas del spa. Toda la comunidad usufructúa de los réditos que les genera el turismo, nadie queda fuera, y no hay intervención gubernamental.

3.- Las mujeres lavanderas

Hasta hace pocos años, el sombrero de paja toquilla seguía siendo conocido en el mundo como el sombrero de Panamá. Finalmente y luego de muchos años y reclamos, se reconoció el sombrero de paja toquilla como sombrero de Jipijapa, tejedoras que, por cierto, lavaban la paja en los pozos de Choconchá y Andil.

De la misma manera en que se apropiaron del nombre del sombrero, hay un saber ancestral que no se reconoce como tal en la provincia que, tal como recoge la tesis de Hugo, tiene 15 patrimonios culturales intangibles y varios saberes ancestrales reconocidos como patrimonio (entre ellos los sombreros), pero Hugo considera que el lavado de las mujeres debe ser también reconocido como un oficio ancestral.

Aquí es importantísimo no romantizar el oficio del lavado, puesto que las mujeres se vieron obligadas a lavar debido a la falta de agua en sus casas y por la falta en muchas ocasiones de alfabetización, por medio del lavado sacaron sus hijos adelante a cambio de unas monedas mientras lavaban ropa ajena.

El lavado antes duraba un fin de semana completo, las mujeres llegaban temprano, lavaban con bermejo, con azulejo, con jaboncillo (que es una bolita como una semilla negra), con barro (según algunos testimonios), con albahaca de canela para que huela rico, con barbasco y con otra serie de plantas que hacían que la ropa quedara limpia; luego del primer lavado -recordemos que el agua de Andil es azufrada- se metía a hervir la ropa y luego la enjuagaban nuevamente.

Aquí Lenin maneja una teoría muy loca, y pone de referencia a las propias mujeres tejedoras de los sombreros de paja toquilla, que al tener una posición casi agachada para poder tejer, estaban más expuestas al azufre de los pozos. Al extrapolarlo a las mujeres lavanderas, para él esa puede ser una respuesta de por qué las mujeres decían creer ver a los seres elementales de la tierra.

4.- La obra de teatro

El grupo de teatro 'Teatro en Rojo' que yo dirijo, ha hecho una obra de teatro en relación a este tema. Responde principalmente a la relevancia que tiene el relato de las mujeres y porque el oficio de un artista es creer en lo que no se ve, en lo que los demás cuentan pero no tiene ni pruebas ni explicación, es un acto profundo de fé.

Por otro lado, nos hemos adentrado a investigar lo que hemos podido, y hemos descubierto testimonios asombrosos sobre la conexión que tienen l@s habitantes con la naturaleza y con lo inexplicable. Recorrimos un par de veces los senderos y encontramos cosas tan locas como que la cueva de los murciélagos en la zona de Dadal, da una línea recta con la cueva de los Tayos, demostrado con mapa en mano.

Así mismo, hemos visto cosas como que los pozos realmente se expresan cuando una se acerca a las aguas, o que los árboles se comunican de maneras curiosas cuando se está cerca de las raíces de las ceibas. La conexión y la importancia de hablar de ello es valiosa, y por eso realizamos la obra.

Como conclusión me parece realmente crucial que las tesis de maestría tengan un fondo tan profundo y delicado como el cuestionarse por qué el INPC entiende la intervención de un patrimonio como progreso en lugar de comprender los problemas estructurales de la zona, como la falta de agua potable. Además considero esencial que se entienda que el pozo de Choconchá, el más grande -ya se ha mencionado que la zona tiene decenas de pozos- sea un posible espejo lunar que usaran las culturas Machalilla o Manta para hacer rituales de sanación.

Si bien hay hipótesis sustentadas principalmente con la etimología de las palabras Choconchá, Andil, Jipijapa o Manabí, también hay mapas que datan de 1917 o antes donde se plantea que pudo ser Manabí la capital del país a donde se acercaron culturas de todas partes del globo, hay sustento teórico suficiente para pensar que los Mayas efectivamente estuvieron presentes en la zona pues además los ojos de agua que alimentan los pozos no se ha encontrado.

Otros lugares como Joás, Membrillal, Picoazá, etc. también tienen pozos de características similares que merecerían un mapeo aéreo, así como un identificar el origen del agua azufrada que también tiene Agua Blanca.

Al finalizar la obra y el estudio y los acercamientos, me quedan más preguntas que respuestas y más dudas que certezas, pero creo fundamental entender que lo inexplicable se vuelve mágico en esas tierras que en otros tiempos fueron centros ceremoniales, fueron cuna de mujeres reinas y lideresas, así como hoy es Manabí la provincia con más alta tasa de femicidios. Algo no está bien ante el abandono, y ante la incomprensión de los modos de vida de la zona.

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