Pensar en una cultura de paz, como el objetivo final del bienestar humano, y del bienestar general de todo lo vivo en este planeta es una utopía para un país como Ecuador, donde los índices de violencia son crecientes y se superan a sí mismos diariamente por alcanzar todavía picos más altos. Ante esa forma de vida que es la inseguridad, el miedo, la violencia, la precariedad y demás, las artes deben ser un vehículo primero de reconocimiento, y luego de aporte a diálogos que construyan la paz en colectivo.
Descubrimos que no hemos sido
educados para la paz, que nuestras formas de relacionarnos con el entorno y con
los otros, es desde la diferencia en negativo, desde la exclusión y la
desigualdad, desde el despojo de todo amor y empatía hacia el otro.
En ese sentido, Teatro en rojo
propone un poco de amor, justamente con una obra que refuerza con potencia que
los estereotipos que pesan sobre las diversidades, sobre el
indigenismo satanizado en el país, y sobre la carencia de gestión emocional
decantan en unas relaciones afectivas tremendamente desiguales, donde se
lastima menos el que menos siente, y al final nadie es feliz.
‘Anhelos’ en el pasado, tenía un
final feliz arreglado, al que se llegaba casi por default, actualmente ese
proceso cerrado reconoce que la vida real es mucho más hostil, y que dar por
sentado el poco amor que nos va quedando como humanidad, es la excavación de
nuestras propias fosas comunes de soledad, de ansiedad, de malhumor, de muerte.
Hoy en día, abrimos la
posibilidad de despegarnos del discurso fatalista y reproductor de malas
noticias, donde siempre hay algo negativo que hacer y que decir; nos despegamos
también de la romántica idea del romance en sí mismo, para caminar en conjunto
preguntando en colectivo y contestando en colectivo sobre qué pasaría si
aplicáramos más amor, aunque ese amor no signifique tener un final feliz, qué
pasaría si esa cultura de paz la construimos entre todos, haciendo una pausa, y
escuchando más. Deconstruyéndonos primero nosotros mismos.
Teatro en rojo ha realizado
varias mesas entre el equipo donde nos auto reconocemos como seres violentos en
circunstancias dadas, que esa violencia es intrínseca a la educación que
recibimos, a la sociedad que reproducimos, a la información que nos avasalla y
que sigue legitimando esos altos índices de violencia, nos hacemos responsables
incluso muchas veces de alimentar las xenofobias, los racismos, la misoginia,
la inseguridad. Y al tiempo de reconocernos como esos seres viscerales y
vehementes, reactivos y confrontativos, nos auto observarnos como constructores
de paz desde el teatro, hemos elegido la música, hemos elegido no juzgarnos,
hemos elegido detenernos, hemos elegido la pausa, hemos elegido tener la
posibilidad de decidir qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos.
Ese camino, el de elegir estar
del lado de quienes dejan de alimentar ‘lo malo’ y construyen la paz, es una
elección diaria que hacemos en cada ensayo, pero también en la vida, por lo que
‘Anhelos’ es nuestra excusa para observar nuestro propio comportamiento todos
los días, y todos los días regalarnos la posibilidad de construir la paz
empezando por nuestro fuero interno y las elecciones diarias que tomamos.
Queremos -primero nosotros-
valorar ese plato de comida que nos espera en casa, esa persona que nos abraza
porque se alegra de vernos, ese amor que nos hace humildes cuando amamos y
cuando nos ama, y sobre todo no queremos dar por sentado el amor que nos rodea,
porque ese amor, en un mundo como este, es cada vez menos. ‘Anhelos’ es nuestra
forma de recordarnos que somos también ese amor, y que lo podemos expandir
mucho más allá de la habitación donde ‘Anhelos’ existe, sino a través de esta
obra, a cada persona que comparta y escuche nuestra propuesta.
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