Nos educaron para sentarnos 'bonito', para estar limpias, para estar calladas, para ser adorno de los hombres que nos acompañaran.
Nos formaron tan deshumanizadamente, tan antimujeres, a nosotras mismas nos hicieron tener miedo de ser lo que somos, nos hicieron sentir que algo estaba mal por haber nacido 'niñas'.
De ese origen cultural han pasado muchos años, pero muy poco es diferente. Tal vez ahora es que por fin abrimos los ojos y reconocemos que sentirnos 'culpables' no es correcto; como tampoco es correcta la forma en que seguimos caminando.
Tanto dolor nos hizo a nosotras mismas machistas, tanto silencio nos desdibujó y nos hizo repensarnos como mejores mujeres si estábamos al servicio de los hombres, a su servicio en todo sentido.
Siempre primó lo que los hombres querían de nosotras, nunca, ni siquiera nos preguntamos -ni siquiera nosotras mismas- qué queríamos nosotras, qué sentíamos nosotras.
Se naturalizó la idea en nosotras y en nuestras cabezas, que siempre estamos en segundo lugar y que nuestros dolores, nuestras sensaciones, emociones o percepciones podían esperar o desaparecer en ese taaaan prolongado silencio. Como si ignorar significara desaparecer, como si olvidar pudiera ser tan fácil como pedir un deseo.
A veces me descubro a mí misma dejándome de nuevo en segundo lugar, me veo a mí misma de nuevo guardando silencio. Es que la cultura no es tan rápida de modificar, requiere tiempo.
Lo malo es que mientras sigue pasando el tiempo, nos siguen matando, nos siguen golpeando (no solo físicamente), nos siguen hiriendo, nos siguen lastimando, nos siguen violando, nos siguen desapareciendo. Sigue... la historia siempre sigue.
Las mujeres ahora nos levantamos de la cama, felizmente ya sin tanto silencio, porque quisiéramos que la vida siga, pero que las cientos de miles de historias de mujeres borradas no se repita. Ojalá un día lo logremos.
Entre todos esos nombres que escondidos recogen a muchas mujeres, que no hicieron tanto silencio, nos reconocemos y a veces quisiéramos ser tan grandes como ellas. Se camuflaron, gritaron, y la vida las dejó de nuevo en silencio.
Como recompensa cada día nacen más, muchas más, unas más fuertes y otras más frágiles... vivas todas ahora, en este mini espacio de tiempo que nos deja esta era para poder hacer algo; aunque muchas no sepamos muy bien todavía hacer qué.
Podríamos empezar por vernos al espejo y saber que no hay nada malo en nosotras, que está bien llorar, que está bien reír fuerte... para los hombres es poca cosa, para nosotras, un logro porque siempre se ha visto mal todo lo que hacemos, y mucho peor lo que no hacemos.
Ellos callan, porque también les enseñaron a ignorarnos, ellos no nos entienden porque para ellos nunca fue natural que les toquen el pene o les metan la mano en el pantalón. Poco a poco también van aprendiendo, y también van escuchando.
Poco a poco... muy despacio. Tal vez nuestra generación no viva para reconocer el cambio, pero la idea es que las que vienen, no conozcan lo que nosotras hemos tenido que aguantar para llegar hasta donde hemos caminado.
Todo el peso del mundo, cargado sobre nuestros muslos, ahora es bueno saber que ya hay más manos para cargarlo entre todos. Las mujeres no debemos ser más enemigas. Todo el peso del mundo se carga ahora entre todas, porque somos todas las que de distintas maneras, hemos sido silenciadas. Todo el peso del mundo se carga ahora entre compañeras; que linda palabra, que linda metáfora de la vida... una a lado de otra, todas junto a todas, todas compañeras.
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