25 jul 2016

Malabares en los semáforos

Para Leonardo Díaz, llegar a trabajar en el circo social no ha sido una tarea sencilla por dos factores contra los que aún hoy lucha, su familia y la sociedad. Ellos consideran que como es artista es un vago, no hace nada y no tiene cómo vivir. Sin embargo a él le llenan las sonrisas de los niños y los aplausos de aquellos que sí entienden que la ruptura de la monotonía a la que este clown-malabarista se dedica, hace que su rutina se transforme aunque sea por un momento.

Dice que Quito es una sociedad paranoica y que es miedosa de acercarse a aprender de aquello que no sabe, no se da cuenta que por dentro todos son iguales. También habla de la inequidad que existe entre los dineros que se entregan de parte de las autoridades a las diferentes artes y tampoco socialmente hay equidad.

Para Leonardo, el ser un artista independiente implica ser libre, sin necesidad de tener un vínculo con alguna ideología política ni con ningún adoctrinamiento social. El artista, a su modo de ver, es alguien que se apasiona por su trabajo, y aunque no cumple con un horario establecido, rompe la monotonía y quebranta la rutina mediante lo que hace.

Dice que el arte es una expresión del ser humano, no un valor privado, que hace que el individuo se forme integralmente. Y ese arte debe ser disfrutado por el público. Para eso, el artista debe sacrificarse, apasionarse por su trabajo, y es tal vez ese punto el que, a ojos de Leonardo, la sociedad no valora.

“La sociedad no se da cuenta que somos seres humanos normales, que esta es una profesión, como no se critica a quienes usan una corbata, no me deberían criticar a mí por andar con ropa ancha” continúa mencionando que las reacciones son diferentes cuando te ven de una forma o de otra incluso si eres el artista. “Me ha pasado que llego a un lugar encapuchado y me dicen joven usted no puede entrar, luego digo que yo me voy a presentar ahí, y el trato cambia”.

Concuerda con otros gestores, al creer que hoy hay mayor interés en el arte que hace un lustro, pues menciona que incluso el que se haya creado una Universidad de las Artes, y eso suponga el considerar al arte como una profesión, ya hace mucho por trabajos como el suyo, en el que lo que realmente vale es la experiencia. Pues la mayoría de artistas tienen una formación empírica.

Dice que el logro de tomar más en cuenta al arte, que antes era un fuero único de las clases altas que podían pagar una formación artística, es una consecuencia de las luchas que por años han hecho los artistas “oficiales” y los independientes. Sin embargo alerta de que existe una diferencia entre difusión e inversión, y que en este último punto no es lo mismo lo que se destina a las diferentes artes, adicionalmente en la misma difusión existen factores determinantes como el morbo artístico, que es para Leonardo la causa principal de que a veces se prejuzgue a los artistas, y que la difusión positiva es mucho menor.

De las leyes que rigen en el país, dice que entiende que se les entregan los mismos espacios a los artistas nacionales que a los extranjeros y eso le gusta un montón, pues dice que aquí los artistas nacionales pueden tener el mismo e incluso más talento, pero la gente no prefiere lo nacional, sino lo ajeno. También cuestiona la labor de los gestores culturales, pues dice que gestionan por la cultura, pero no por el arte. Que si hubiera una gestión real, no existirían aún los impedimentos que aunque en menor grado, se sostienen, que es que no existe una apropiación del espacio público como medida nacional, aún hay espacios donde es prohibido generar espectáculos, y pone de ejemplo a Venezuela, donde según él, sí hay espacios (no sé ahora cómo estará el arte en Venezuela con su crisis).

También propone que el arte sea una materia más en la formación del país, y que se eduque en cultura como eje transversal de la sociedad, de forma masiva, y sin discriminación de gustos y preferencias, sino algo que sea social. Que abarque a toda la gente, para que todos conozcan y todos aprendan. Sostiene que el que no se haga social al arte, provoca el elitismo, pues a veces los artistas se defraudan de la poca asistencia a los eventos, por el alto costo que implica la entrada a aquellos espectáculos.

En cuanto a medios, Leonardo cree que es una cuestión formativa, pues si en la televisión pasan un concierto de piano, el canal es cambiado hasta poner en el canal de fútbol. Esto sucede, a ojos de Leonardo, porque los medios no hacen un seguimiento del artista ni del arte, sino que son proyectivos, y eso reduce la capacidad de conocimiento de la gente en cuanto a estos eventos. Finalmente pide a la sociedad “no me juzgue, no me critique, yo soy feliz a mi modo, como usted es feliz a su manera.”


Leonardo en el centro

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