30 dic 2017

Libros ojeados de diciembre

David Copperfield de Charles Dickens es el primer libro leído del mes, realmente del final de noviembre. No sé si yo estaba muy sensible, pero me ha dado mucha pena el trato que se da al niño (al pequeño David) en el relato. Creo que es un retrato de lo que tenían que vivir muchos niños en esa época en que se desarrolla la historia. Ser prácticamente abandonado a su suerte por una madre que no tuvo el valor de luchar por su hijo sino que prefirió tener el amor de un hombre que tampoco la hacía feliz. Al final la mujer muere presa de ese dolor que no puede expresar porque su esposo y su cuñada no le permiten ser débil.
Posterior a eso, o tal vez debido a ello, David se debe buscar la vida en sitios donde cada vez lo tratan más y más mal. Me dolió mucho porque me puse a pensar en lo pequeñito que debió haber sido ese niño al recibir esos maltratos y el denigrante ejercicio contra él aplicado de hacerlo sentir basura o inútil; sé que es un libro, pero no deja de sorprenderme el cruel trato que se da a los niños alrededor del mundo aún en los libros, y que tristemente sigue siendo una constante en nuestro universo.

Luego David encuentra el amor, su vida florece y fin. Esto entremedio de una lucha por los oportunismos de un personaje que trata de robar impunemente al tío de la mujer que David ama, por lo que él, que siempre tuvo buen corazón, se siente en la obligación de ayudarle. De la mitad para adelante el libro es normal, ni bueno ni malo a mi parecer. Pero sí la primera parte me hizo mucho llorar. Con la advertencia de que puede ser que yo haya estado muy sensible.

El siguiente libro leído fue El uso de sí mismo de Mathias Alexander; un hombre que dedicó su vida a dar conferencias y a declamar, un día se percata de que empieza a volverse afónico y tiene que detener su rutina hasta estar mejor, recibe medicación y tratamiento, pero al volver a declamar, vuelve su malestar; así que se da cuenta que debe estar haciendo algo mientras declama que le daña el aparato fonador.

El libro de la autoobservación de este médico, y de cómo reconoce que cada cosa que pasa con nuestro cuerpo es responsabilidad de cómo nosotros mismos estamos usando cada una de las partes, dice que si podemos direccionar correctamente nuestro accionar, no tendríamos ni malestares, ni dolores, ni enfermedades. Cientos de personas han aplicado su hermético y estrictamente privado método para mejorar sus condiciones de vida, y han visto en esta técnica de trabajo corporal, las herramientas para conducirse sin tensiones o presiones innecesarias.

Alexander pone especial énfasis en cómo destinamos nuestra parte superior del cuerpo, la cabeza, el cuello, los hombros, y dice que si lográramos percibir la dirección natural de nuestro cuerpo, estaríamos siempre erguidos, solo que la costumbre o los oficios dañan o restringen esas áreas, por ejemplo un violinista, o una secretaria, que siempre direccionan de la misma manera sus cabezas, es común que tengan problemas de torticolis o tensión muscular en el cráneo y alrededores.

En este mismo hilo de investigación me encuentro con El cuerpo recobrado, de Michael Gelb, quien es un estudioso de la técnica Alexander (el libro anterior) y que es una especie de introducción pues su explicación es más detallada y diría, menos técnica que Alexander, pero en general hablan del mismo método. Es interesante porque se hace una analogía sobre cómo un bebé al recostarse sobre su pancita, encuentra la forma orgánica de girar, luego de sentarse, luego de gatear, luego de caminar, luego de trotar, y así sucesivamente.

Gelb hace una mención más clara sobre la técnica Alexander en cosas comunes, como caminar, hablar, sentarse, ponerse de pie, que son cosas que hacemos diariamente y como no nos hemos detenido a observarnos, o a percatarnos qué pasa con nosotros al hacer aquellas actividades cotidianas, es ahí cuando dirigimos presión a zonas del cuerpo que no necesitan tanta energía, como cuando una mariposa se posa sobre una hoja, que no remece toda la rama, simplemente se posa. Así mismo el cuerpo humano sabe cómo moverse sin poner tantas tensiones y aplicando la cantidad exacta de energía y de movimientos sin fuga, pero no le damos el espacio de conducirse correctamente, sino que lo empujamos, casi obligatoriamente, a hacer lo que nosotros le pedimos, y es ahí cuando el cuerpo se forza y su uso se vuelve errado.

Gelb, habla de cuando aprendió a hacer malabares, de cuando aprendió a andar en monociclo, todo mediante el uso de la técnica Alexander, y se percató de que, por ejemplo, los mejores deportistas son quienes nos hacen ver su actividad como algo “fácil” porque parece que no pusieran ninguna tensión en ello; así mismo Gelb hace un viaje sobre las posibilidades del cuerpo e interpreta que la técnica Alexander concede la capacidad de notar que estas posibilidades, son infinitas, simplemente se le debe dar la atención necesaria sin presión al cuerpo.

Como soy actriz, estos libros me han sido referente en mis movimientos y en lo que pasa conmigo en cada movimiento que hago, por eso esta conciencia que uno toma al moverse, puede resumirse en una comparación que hacía mi maestro de teatro el otro día. Cuando una hoja ha cumplido su ciclo en el árbol, y se arranca por el viento, cae libremente hasta posarse en el suelo, no hay una fuerza aplicada a esa acción, es el movimiento libre que se rige por la gravedad, por el peso y por la dirección de la hoja.

Finalmente, termino el año con la lectura de un libro en la misma línea de acción, La autoconciencia del cuerpo, el caso de Nora, escrito por el Dr. Moshe Feldenkrais, que es un libro más que recomendado, pues este médico se encuentra con una mujer de edad avanzada, con un entorno sociocultural solvente y cultivado. Esta mujer después de sufrir un episodio, pierde su capacidad de coordinación, y de aprender a leer y a escribir, aunque sigue siendo igual de inteligente como para mantener una conversación normal.

El Dr. Feldenkrais debe comenzar desde cero con Nora, y al cabo de unos meses debe hacerlo otra vez porque ella no consigue recordar por ejemplo, cómo ponerse los lentes, o cómo poner su zapato en el pie correcto, ni siquiera cómo encontrar la puerta por donde ha acabado de entrar. El método de Feldenkrais consiste en pequeñas gimnasias, e igualmente en recordar cómo funciona cada parte del cuerpo con la ayuda del método por el cual los niños aprenden a leer y a escribir, no les quiero arruinar el final de la historia, porque lo interesante del libro es el método, no el resultado (Nora logra leer, escribir y coordinar).

Estos libros inspiradores nos hacen reavivar la cuestión de atender nuestro cuerpo a los actores, pero también a todos de mirar cuán efectivo o reprimido puede ser nuestro cuerpo según el uso que le damos, o de cómo dormimos, de cómo ejercitamos, son buenas guías de cómo seguir haciendo lo que hacemos siempre, pero usando nuestro cuerpo de forma correcta.

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