13 feb 2019

Cuerpo componiendo y descomponiendo

Martes 15 de mayo:

Hace algunas semanas me vengo sintiendo débil, luego de hacer ejercicio en lugar de sentirme mejor o con más fuerza, siento que la presión se me baja y me pongo fría como si estuviera muy enferma.

El viernes 11 de mayo era un día corriente hasta que aproximadamente a las 19h00 me dio migraña. Tengo migrañas desde que era niña, pero desde que advertimos con mi mamá que ellas se ocasionaban por el tomate de árbol, se volvieron esporádicas. Dicen que no se curan; antes me daban todos los días, así que es un avance.

Las 5 últimas migrañas que he tenido, siento, se han desencadenado después de un salto brusco involuntario, como cuando me caí de las gradas del Teatro bajando la escenografía. O luego de llegar de la academia de inglés con ese bus de Tumbaco que va a 1000 por hora.

Este viernes 11 sin embargo, no salté, ni mi cuerpo saltó involuntariamente; se desató mi migraña con las mismas características de las últimas; no viene sola y es corta. Me bota en la cama y posteriormente me hace vomitar.

Vomité en mi casa y casi desfallecida subí a mi cama de nuevo porque sabía que inmediatamente después viene una bajada de presión. Así fue, pero pasó.

Al otro día, sábado 12 de mayo, tenía que volver al trabajo en la academia de inglés; había esperado 2 semanas para volver, porque mi jefa Patricia, me había advertido que no había alumnos para comenzar un nuevo nivel los sábados, y eso significaba que yo, me quedaba sin trabajo así que, a pesar de mi migraña fui a dormir y el sábado trabajé de manera normal.

El sábado 12, todavía con jaqueca y dolor de estómago (por el vómito creía yo), fui a almorzar a un restaurant vegetariano con una amiga y luego a tomar un té. El dolor persistió todo el día, pero era soportable. Cuando llegué a casa solo comí lo que mi mamá había dejado preparado, y me fui a dormir.

Domingo 13 de mayo:

Mi vía crucis comienza a las 06:05 AM en que me despierta un fuerte golpe, como un pataso latente en la parte izquierda media, casi baja, del abdomen. Estoy sola en casa puesto que mis padres han salido de viaje, y mi hermana ha pasado la noche en casa de su novio.

Empiezo a asustarme más con el transcurrir de los minutos, porque a cada movimiento el dolor se hace más intenso; le escribo a mi hermana mientras pienso que si algo me pasa, la casa y mi cuarto están cerrados, así que me levanto a abrir, pero de aquí en adelante cada nueva ocasión en que me pongo de pie, vomito una sustancia amarilla que no sé reconocer entre mi bilis, o el jugo de naranjilla de la tarde anterior. No aguanto más, así que habiéndole avisado a mi hermana que aún no llegaba, salgo en taxi retorciéndome hacia el centro de salud.

Estando ahí me clasifican en el triaje naranja y yo vuelo al baño a vomitar otra vez. Me toman signos vitales y el doctor que me atiende resulta que no me dice nada, me manda a inyectar 75 gramos de diclofenaco y me manda a casa con 9 paracetamoles.

Subo de nuevo a casa pero el dolor no disminuye. Como conozco mi cuerpo, sabía y sé que con una evacuación de mis intestinos todo marcha a la perfección, pero eso no sucedía, los alimentos ni siquiera cruzaban el estómago y ya todo se me regresaba, así que fuimos a una clínica privada, confiando en que ahí sí me dirían algo.

Que pueden ser cálculos en el riñón, que puedo estar embarazada, que debo hacerme exámenes de sangre y de orina así como un eco para ver ‘qué mismo’, y $25 dólares a cuestas. Puse mi otra nalguita para la segunda inyección del día, esta vez, para que ya no vomite. Mis tíos se enteran de lo sucedido y llegan a mi casa para llevarme al hospital porque el dolor no pasa.

Como es el día de la madre no hay tanta gente. Resumiré las horas y el tedio de la jornada diciendo que me sacaron sangre, me tomaron muestra de orina, me pusieron un suero y me morí del hambre hasta que salieron los resultados. NADA, ni los de sangre ni los de orina arrojaron nada anormal.

La doctora que me atendió me dijo que juraba que tenía un cálculo en los riñones, pero los exámenes no lo confirmaban; no mostraban alteración de azúcar en la sangre, ni sangre en la orina, ni anemia, ni nada alarmante. Me dijo que ‘se arriesgaba’ a darme el alta porque todo estaba bien y no había qué tratar. También mencionó que puede ser estrés porque eso altera todos los órganos, y que el lugar donde me duele solo puede responder a riñones (que no) o al colon. Así que me envió un jarabe y a la casa.

Desde ahí, cualquier otro posible síntoma tiene que ser regreso inmediato al hospital. Es ahí donde comienza mi silencio y mi auto cuestionamiento.

Lunes 14 de mayo:

Me siento mejor, el dolor bajó considerablemente, pero duele a ratos, no comunico nada porque no quiero ser internada a menos de que el dolor me sea insoportable.

Tomo agua y se me pasa, no he vuelto a vomitar. Pero enseguida el dolor vuelve, así que opto por dormir lo más posible. Me sorprendo despertando de una pesadilla, lo que indica que hasta en sueños estoy tensa y con estrés. Cada hora han parecido semanas. El dolor viene y va, pero más viene que va y se incrementa si hay un factor desencadenante de la alteración de mis nervios. Llega la noche y sufro una baja de presión de nuevo, y mi escalofrío no logra vencer mis ganas de dormir. Sigo pensando que la evacuación intestinal, o que tal vez me llegue el período de una buena vez (debió llegarme el 5), despejarían la zona y ya no me dolería tanto.

Martes 15 de mayo:

El dolor no está, ha desaparecido y quedan sus sombras a ratos, puedo sentir cómo mi organismo se acogió a la idea del estrés y cada que siento una cosa tensionante, percibo que la molestia regresa, pero en términos generales, todo va bien. Hoy ya pude bañarme y caminar sin dolor. Y hasta comí cosas sólidas. Sin duda me siento mucho mejor. Sin embargo presento fiebre, (que detectó mi tía y yo fingí estar bien para no ir a parar de nuevo a la clínica) y tengo síntomas de que va a darme gripe.

En menos de una semana mi cuerpo simplemente ha colapsado de todas las maneras que conoce y por eso me animé a escribir, porque aunque creo que lo peor ya pasó, cada nuevo día con cada hora que pasa, siento que hay una novedad en mi salud. Por eso escribo, con el afán de que quede registro de lo que sentía por si yo un día ya no puedo contarlo.

Mañana abandono la casa de mis tíos, me auto ‘di de alta’, porque el dolor abdominal no está y ya evacué, pero si en estos 5 días he aprendido algo, es que una hora se compone de momentos muuuuuy largos, y de que cada día puede aparecer algo nuevo, como un nuevo dolor.

Espero equivocarme y que esta fiebre ya baje.

00:55 AM, Miércoles 16 de mayo.

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