Hace algunas semanas me vengo
sintiendo débil, luego de hacer ejercicio en lugar de sentirme mejor o con más
fuerza, siento que la presión se me baja y me pongo fría como si estuviera muy
enferma.
El viernes 11 de mayo era un
día corriente hasta que aproximadamente a las 19h00 me dio migraña. Tengo
migrañas desde que era niña, pero desde que advertimos con mi mamá que ellas se
ocasionaban por el tomate de árbol, se volvieron esporádicas. Dicen que no se
curan; antes me daban todos los días, así que es un avance.
Las 5 últimas migrañas que he
tenido, siento, se han desencadenado después de un salto brusco involuntario,
como cuando me caí de las gradas del Teatro bajando la escenografía. O luego de
llegar de la academia de inglés con ese bus de Tumbaco que va a 1000 por hora.
Este viernes 11 sin embargo,
no salté, ni mi cuerpo saltó involuntariamente; se desató mi migraña con las
mismas características de las últimas; no viene sola y es corta. Me bota en la
cama y posteriormente me hace vomitar.
Vomité en mi casa y casi
desfallecida subí a mi cama de nuevo porque sabía que inmediatamente después
viene una bajada de presión. Así fue, pero pasó.
Al otro día, sábado 12 de
mayo, tenía que volver al trabajo en la academia de inglés; había esperado 2
semanas para volver, porque mi jefa Patricia, me había advertido que no había
alumnos para comenzar un nuevo nivel los sábados, y eso significaba que yo, me
quedaba sin trabajo así que, a pesar de mi migraña fui a dormir y el sábado
trabajé de manera normal.
El sábado 12, todavía con
jaqueca y dolor de estómago (por el vómito creía yo), fui a almorzar a un
restaurant vegetariano con una amiga y luego a tomar un té. El dolor persistió
todo el día, pero era soportable. Cuando llegué a casa solo comí lo que mi mamá
había dejado preparado, y me fui a dormir.
Domingo 13 de mayo:
Mi vía crucis comienza a las
06:05 AM en que me despierta un fuerte golpe, como un pataso latente en la
parte izquierda media, casi baja, del abdomen. Estoy sola en casa puesto que
mis padres han salido de viaje, y mi hermana ha pasado la noche en casa de su
novio.
Empiezo a asustarme más con el
transcurrir de los minutos, porque a cada movimiento el dolor se hace más
intenso; le escribo a mi hermana mientras pienso que si algo me pasa, la casa y
mi cuarto están cerrados, así que me levanto a abrir, pero de aquí en adelante
cada nueva ocasión en que me pongo de pie, vomito una sustancia amarilla que no
sé reconocer entre mi bilis, o el jugo de naranjilla de la tarde anterior. No
aguanto más, así que habiéndole avisado a mi hermana que aún no llegaba, salgo
en taxi retorciéndome hacia el centro de salud.
Estando ahí me clasifican en
el triaje naranja y yo vuelo al baño a vomitar otra vez. Me toman signos
vitales y el doctor que me atiende resulta que no me dice nada, me manda a
inyectar 75 gramos de diclofenaco y me manda a casa con 9 paracetamoles.
Subo de nuevo a casa pero el
dolor no disminuye. Como conozco mi cuerpo, sabía y sé que con una evacuación
de mis intestinos todo marcha a la perfección, pero eso no sucedía, los
alimentos ni siquiera cruzaban el estómago y ya todo se me regresaba, así que
fuimos a una clínica privada, confiando en que ahí sí me dirían algo.
Que pueden ser cálculos en el
riñón, que puedo estar embarazada, que debo hacerme exámenes de sangre y de
orina así como un eco para ver ‘qué mismo’, y $25 dólares a cuestas. Puse mi
otra nalguita para la segunda inyección del día, esta vez, para que ya no
vomite. Mis tíos se enteran de lo sucedido y llegan a mi casa para llevarme al
hospital porque el dolor no pasa.
Como es el día de la madre no
hay tanta gente. Resumiré las horas y el tedio de la jornada diciendo que me
sacaron sangre, me tomaron muestra de orina, me pusieron un suero y me morí del
hambre hasta que salieron los resultados. NADA, ni los de sangre ni los de
orina arrojaron nada anormal.
La doctora que me atendió me
dijo que juraba que tenía un cálculo en los riñones, pero los exámenes no lo
confirmaban; no mostraban alteración de azúcar en la sangre, ni sangre en la
orina, ni anemia, ni nada alarmante. Me dijo que ‘se arriesgaba’ a darme el
alta porque todo estaba bien y no había qué tratar. También mencionó que puede
ser estrés porque eso altera todos los órganos, y que el lugar donde me duele
solo puede responder a riñones (que no) o al colon. Así que me envió un jarabe
y a la casa.
Desde ahí, cualquier otro
posible síntoma tiene que ser regreso inmediato al hospital. Es ahí donde
comienza mi silencio y mi auto cuestionamiento.
Lunes 14 de mayo:
Me siento mejor, el dolor bajó
considerablemente, pero duele a ratos, no comunico nada porque no quiero ser
internada a menos de que el dolor me sea insoportable.
Tomo agua y se me pasa, no he
vuelto a vomitar. Pero enseguida el dolor vuelve, así que opto por dormir lo
más posible. Me sorprendo despertando de una pesadilla, lo que indica que hasta
en sueños estoy tensa y con estrés. Cada hora han parecido semanas. El dolor
viene y va, pero más viene que va y se incrementa si hay un factor
desencadenante de la alteración de mis nervios. Llega la noche y sufro una baja
de presión de nuevo, y mi escalofrío no logra vencer mis ganas de dormir. Sigo
pensando que la evacuación intestinal, o que tal vez me llegue el período de
una buena vez (debió llegarme el 5), despejarían la zona y ya no me dolería
tanto.
Martes 15 de mayo:
El dolor no está, ha
desaparecido y quedan sus sombras a ratos, puedo sentir cómo mi organismo se
acogió a la idea del estrés y cada que siento una cosa tensionante, percibo que
la molestia regresa, pero en términos generales, todo va bien. Hoy ya pude
bañarme y caminar sin dolor. Y hasta comí cosas sólidas. Sin duda me siento
mucho mejor. Sin embargo presento fiebre, (que detectó mi tía y yo fingí estar
bien para no ir a parar de nuevo a la clínica) y tengo síntomas de que va a
darme gripe.
En menos de una semana mi cuerpo
simplemente ha colapsado de todas las maneras que conoce y por eso me animé a
escribir, porque aunque creo que lo peor ya pasó, cada nuevo día con cada hora
que pasa, siento que hay una novedad en mi salud. Por eso escribo, con el afán
de que quede registro de lo que sentía por si yo un día ya no puedo contarlo.
Mañana abandono la casa de mis
tíos, me auto ‘di de alta’, porque el dolor abdominal no está y ya evacué, pero
si en estos 5 días he aprendido algo, es que una hora se compone de momentos
muuuuuy largos, y de que cada día puede aparecer algo nuevo, como un nuevo
dolor.
Espero equivocarme y que esta
fiebre ya baje.
00:55 AM, Miércoles 16 de
mayo.
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