23 jun 2022

¿Qué carajos es eso de "gestores culturales"?

El asambleísta nacional del Ecuador, Fernando Villavicencio, lanza un tweet que da título a esta entrada. ¿Qué carajos es eso de "gestores culturales"? escribe, y aunque parecía que ya el tweet en sí mismo era una ola risible e inaudita, el tsunami llegó con los comentarios de las personas que respondían a ese tweet.

Sin embargo eso no fue lo único relacionado a los últimos acontecimientos nacionales que vinculaban al trabajo artístico cultural con la recepción que tiene este ¿oficio? desde la ciudadanía. Por allá días antes del titular de esta nota, en un tweet de Fernando Cerón, presidente de la sede nacional de la casa de las culturas, había también alguna comedida que respondía al tweet de Cerón muy enérgica y molesta diciendo que le quiten las "s" a la casa de LA CULTURA, porque ese era su verdadero nombre.

Ambos ejemplos, muy chiquitos, sirven de piedra angular para el mayor de los atentados que sufrió -y sigue sufriendo adicional que agravándose- el mundo cultural en esta semana, la toma a la casa de las culturas (con s), por parte de la policía nacional.

Esa toma, ya de por sí abominable, violenta, fragilizante, y ni qué decir tengo, inconstitucional; obtenía un carácter de bélica (esa sí, no las velicas que buscaba la policía) cuando la ciudadanía, en su rechoncha mayoría CELEBRABA esa toma, para que "las fuerzas del orden controlen a los indios que vienen a atacar a Quito".

Esta introducción debería llevarnos a todas las y todos los trabajadores de las culturas a preguntarnos. ¿Qué "carajo" estamos haciendo? porque está claro que lo estamos haciendo no solo mal, sino que pésimo. Extiendo la pregunta, ¿realmente estamos logrando algo con la gestión cultural?

En estos últimos días ha bastado el mínimo impulso o detonante para que las y los ecuatorianos destilen todo tipo de odio y no empaticen ni de casualidad con sus co-humanos, ni entiendan por qué es importante el notar que los discursos de "identidad" que defienden son profundamente racistas, clasistas, ignorantes e hirientes. Todo lo que se lee, desde noticias hasta redes sociales, es un goteo de veneno horrible, polar, binario y vergonzoso.

Yo siempre he sostenido, como trabajadora cultural, que somos un grupo endogámico que seguimos mirando hacia nuestro ombligo porque las grandes conversaciones académicas no tienen indígenas, ni negros, ni estudiantes secundarios (a todos se les invita a ratos), y siempre he sostenido que la gestión cultural tiene que pensarse desde la educación básica hermanada con las artes. Para eso recomiendo que lean mi tesis de maestría.

Sigo sosteniendo que nuestra relación es endógena, que para hablar de gestión cultural solo estamos entre gestores culturales, y que siempre se habla dentro de la academia, que siempre se habla como si fuera lo más trascendental del mundo para alimentar nuestros egos, sentirnos muy importantes y arrechonchar nuestros currículos, y a nadie le interesa, únicamente a nosotr@s.

Somos perros mordiéndonos la cola hasta el infinito.

Pero hoy en día, esto ha superado tanto los límites que me pregunto ¿por qué seguimos tan lejos de la gente del común? y con del común no quiero ser despectiva, con tanto odio que se desborda por allí no quiero sumar una raya más al tigre. Con del común me refiero a las personas que no tienen estudios culturales y no tienen por qué tenerlos, a las personas que estudiaron otras cosas, que se especializan en otras áreas técnicas, o que de pronto no estudiaron nada y se dedicaron solo a trabajar, y a los miles de estudiantes que se están formando en muchas cosas que no tienen nada que ver con las culturas, las artes o los patrimonios.

El grueso de la sociedad ecuatoriana -y lo confirman los comentarios de los tweets que cité al principio y que de verdad les invito a que lean- siguen pensando que las y los gestores culturales y de paso las y los artistas somos una bola de marihuaneros, vagos, piojosos, sucios, borrachos y desaliñados que no servimos para nada.

Honestamente parece que en esto último han tenido razón.

La invitación, es a notar lo lejos que está la labor de gestión cultural de las y los ciudadanos de a pie. Con actitudes súper cuestionables que han valido cientos de miles de comentarios negativos, como lo de la Universidad Andina que enfoca un porcentaje enorme de su discurso formativo al estudio de la condición indígena en América Latina y en Ecuador e, inconsecuentemente cierra las puertas a las y los indígenas que, aunque es su derecho como institución autónoma, también envía un mensaje claro, profundo y enorme a sus potenciales estudiantes y a sus actuales miembros.

¿De qué nos sirve estudiar esto? ¿por qué sigue siendo inútil el acercamiento? Bueno, si yo tuviera que responder, diría que es justamente porque no hay acercamiento, porque la academia sigue siendo burguesa y burócrata (y me refiero a toda la academia ecuatoriana, no solo a la universidad mencionada), porque no le interesa salir a la calle fuera de las horas de vinculación obligatorias, y por supuesto porque ese discurso sobre el que todas las academias se establecen, es un discurso inconsecuente con su proceder real.

Mi director de tesis de maestría hace unos meses atrás me hablaba impactado sobre la guerra en Ucrania y Rusia y yo me impactaba el doble por su idea de querer hacer un libro del tema. Porque para las personas que vivimos aquí en este país hoy, nuestra guerra no está en Ucrania ni en Rusia, nuestra guerra está en las cárceles en las que se asesinan impunemente por poder, porque la guerra es no tener qué comer, porque la guerra es no tener trabajo ni posibilidades de estudiar, porque las cosas suben de precio todos los días y los sueldos son miserables para quienes tienen un trabajo, nuestra guerra son los niños y jóvenes expendedores de droga por unos dólares, nuestra guerra es la inseguridad que no nos permite saber con certeza si llegaremos con bien a casa. ¿Qué nos importa que Rusia aplaste un botón, si nuestra guerra está a miles de kilómetros de allí? ¿Acaso ese botón que extinguiría la humanidad no nos haría un favor ante tanta injusticia e indolencia?

Volviendo al tema central, la academia, el círculo de intelectuales de este país y, muy tristemente debo decir, también las y los gestores culturales, estamos más interesados en conversatorios a los que no va nadie, o en hacer documentos que reposarán en alguna linda biblioteca en el mejor de los casos, pero no se está centrando en escuchar y en distribuir lo que sabe.

Hace un tiempo, que inicié mis labores en una corporación cultural, invitaban al cine a Monte Sinaí, al Guasmo, y yo me decía (admito que nunca había mencionado esto públicamente): por qué traen a esta gente acá si no deben ni entender estas películas tan rebuscadas, con el tiempo entendí que esa es de hecho, la única manera. Si no hay accesos a las artes, entonces trae a esos barrios hacia los centros donde se distribuye ese material, y dialoga, y conversa, crea lazos, arma comunidad.

Siento que las y los gestores culturales hemos fallado en nuestras labores, y este es un gran jalón de orejas, una gran apertura de ojos. Estas humillaciones públicas por parte de la nación debe servirnos para notar que nuestro trabajo es infructuoso si seguimos mirando nuestro reflejo como Narciso.

Queridas y queridos gestores, hagamos esa pregunta en serio, para adentro, hacia nosotras y nosotros mism@s sin romantizar nuestras respuestas; dejemos de echar la culpa a los otros, a los que no saben qué somos, ni quiénes somos, ni qué hacemos. Nosotros hagamos una reflexión sesuda y consciente. ¿Qué estamos haciendo para que la ciudadanía de esta nación sepa qué es un/a gestor/a cultural?

Una vez que nos bajemos del ego, del privilegio por supuesto, pero sobre todo de la endogamia que nos consume y terminará por extinguirnos, encontraremos la posibilidad de construir un trabajo conjunto y colaborativo con niñas, niños, adolescentes y ciudadanía en general donde el señalar con el dedo no sea una posibilidad y donde todas las almas de este desnutrido país, espiritual y fisicamente, puedan reconocerse como iguales, dejar de tomarse todo tan a la defensiva y salvaguarden el patrimonio material e inmaterial que es herencia para todas las generaciones, que constituye y constituirá nuestra historia, y es nuestro fin primario o debería serlo, desde la conciencia del territorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario