Hace dos años, fui a Perú para olvidarme de la universidad, para cerrar ese ciclo con algo que dejara la vara muy alta en mi vida y me hiciera creer en que realmente lo magnífico, se puede crear; es así como llego a Macchu Picchu, pero hoy no voy a hablarles de esa visita, sino de la que preparé este fin de año a Máncora, y de la que saco puntos comunes que les expondré a continuación.
Aparte de que, obviamente ambos destinos mencionados están en Perú, hay cosas que el tiempo deja pasar y a uno no se le borran, pero como que se le duermen en la memoria. En mi caso particular, estuve encantada con mi visita a Perú la primera vez por sus paisajes, por su comida, por lo infinitamente novedoso que me parecía todo, pero NO por la gente. Ahora, que vuelvo dos años después, la impresión es la misma y siento que debo compartir esto un poco en respuesta y agradecimiento a lo que sí ha sido lindo de Perú para mí.
Si Perú se esforzara mínimamente por tratar mejor a sus turistas, creo que sería una potencia increíble en América Latina, prácticamente estaría en la cumbre, incluso tienen una maravilla del mundo moderno, y paisajes preciosos, realmente creo que podrían despuntar y estar en la cima del turismo regional. Eso no sucede; Perú tiene una pésima atención al cliente, un insulto al bolsillo de cualquier turista con lo mucho que intentan vernos la cara, tienen comida deliciosa, pero tienes que esperar por horas para que te la sirvan, nos pasó en cada restaurante al que visitamos, todos se demoraban más de 30 minutos en servir, aún la cosa más simple como un jugo.
La primera vez que estuve en Perú, un tipo intentó verme la cara y no lo consiguió, lo denuncié y (para mi suerte, porque sé de otros casos que no han terminado igual) la policía me ayudó a recuperar mi dinero estafado, y a recibir lo que había pagado sin que este delincuente, que es uno de tantos pillos que ven a un extranjero y lo quieren desfalcar, me robara.
Otra queja muy formal que tengo en este momento contra el mundo, es la comparación que inconcebiblemente, según mi criterio, se hace entre Montañita (Ecuador) y Máncora. NADA QUE VER, y esto tiene que quedar más que claro a cualquier turista que quiera visitar cualquiera de los dos sitios. No se parecen, en lo absoluto. Tienen dos cosas en común, que no son parecidas, simplemente son características comunes; la primera, el surf que de manera inevitable le da un aire sexy al ambiente entre tanto cuerpo esbelto de hombres y mujeres dedicados a una labor muy natural, sport, y medio entregada a lo hippie por esto de la libertad. Y la otra característica común, los extranjeros, que arrastrados por esa onda media bohemia, se dejan llevar a este paraíso natural para encontrarse con un rincón de cada parte del mundo.
Puntos totalmente a diferir con Montañita:
1.- La farra (fiesta, pachanga, pollada, carrete). Yo estuve en Máncora el fin de año, ¿qué mayor fiesta mundial? y en Máncora, la celebración duró de 11:59 a 12:01 y de ahí en más, acá se rompió una taza y cada quien para su casa, el mundo siguió igual... la gente seguía trabajando normal, todo seguía como si el año nuevo hubiera sido un mero trámite. Muy decepcionante para los amantes de la juerga a lo grande, porque en serio se van a decepcionar. Montañita en cambio, es pura explosión todo el tiempo, a Máncora, le coge a ratos.
Este punto es discutible porque puede ser cultural, por ejemplo, mientras en Ecuador el 1 de enero casi nadie sale de la casa, casi nada está abierto porque todo el mundo tiene la barriga llena de tanto comer, el chuchaqui (guayabo, mareo 'post party', malestar, resaca) de tanto tomar y bailar y demás... en el universo paralelo llamado Máncora, la gente trabaja el 1 de enero sea la hora que sea como si fuera cualquier día, un día más.
2.- La comida. En primera, que te hacen esperar un lapso mínimo de 40 minutos en todos los lugares donde expenden comidas, bebidas o cualquier cosa que puedas consumir, en TODOS, y eso pasa pidas los que pidas, sin importar la categoría del establecimiento. Demasiado picante para mi gusto y súper novedoso el tema de la falta de mariscos en el mar. No me malentiendan, hay mariscos, los que quieras, pero no son el plato de cabecera, es más, siempre te ofrecen otra cosa en vez de eso. De paso hago una queja sobre las servilletas, casi no te ponen, por poco y un cuadrito del rollo de papel higiénico, no sé si es afán por ahorrar, pero es muy estresante.
Pero si comes el ceviche de pescado, no hay un mejor ceviche en el mundo entero que el peruano, es demasiado delicioso, no sé qué diablos le ponen, o será que tal vez por la sencillez (porque pareciera que solo lleva limón y ya) es impresionante el buen sabor, muy muy rico, encima comí una cosa que le dicen leche de tigre, que es un ceviche de pescado en vaso, 10/10 de puntaje, muy bueno.
3.- El tránsito vehicular. No sé expresar esto con claridad, porque realmente no manejo, entonces mi postura es desde copiloto porque viajé en carro particular esta vez, y adicionalmente no sé si una quiteña (de los peores tráficos de América Latina) tenga el chance de quejarse, pero así lo haré.
Hay demasiadas tricimotos, pero no muchas, sino demasiadas, muchísimas, y no se puede ni cruzar la calle como peatón, peor avanzar un metro con el carro, para salir de Perú, o avanzar en Piura donde también estuvimos, esquivar las tricimitos era un caos, encima la policía no ayuda para nada sino que caotiza peor, y los semáforos están de adorno.
4.- El tema 'aquel' de las drogas. En Máncora, no digo que no hubiera consumo de marihuana y de otro tipo de drogas, pero es mucho, muchísimo inferior a Montañita, creo que vi más personas bebiendo en Máncora, y ni siquiera en eso se iguala, Montañita tiene un consumo desmesurado, casi incontrolable... por Máncora sí te llegaba a ratos el olor y demás, pero en Montaña es un ofrecimiento constante. Eso hace a Montañita a mis ojos poco familiar, mientras que Máncora sí es para toda la familia, como puede no serlo. Aunque sí había mayoría de jóvenes, incluso algunos en viaje de universitarios, cursos completos.
5.- Los guardacostas. Acá en Ecuador es cultural, hasta da risa ahora que una la ve en perspectiva, los noticieros ecuatorianos después de un feriado repiten como máquinas el saldo que deja en víctimas mortales el mar, y claro, ahora lo entiendo. En Ecuador no hay ni un solo salvavidas pendiente, es decir, están los salvavidas, pero más de 20 metros fuera del mar, subidos en una sillita y muy lejos de la acción, así cómo van a salvar a alguien, pues fácil, no los salvan.
Vi en Máncora algo que me impresionó, buscando un lugar en la playa donde pudiera estar sola y muy lejos de la gente, termino en una playa privada, fuera de un hotel, no había nadie, y me metí al agua a nadar, no pasaron ni cinco minutos cuando estaban (solo para mí y por mí, porque no había nadie) un bote con un salvavidas dentro y una moto acuática con otro salvavidas, con su uniforme y todo. Algunos de otros países más preparados se sorprenderán de que yo comente esto con tanta sorpresa, pero en verdad que en Ecuador eso es como un sueño muy lejano.
Y ya en Máncora donde estábamos todos, sobre todo los días 31 y 1 que había más gente por el fin de año, ese número de salvavidas se multiplica y están como tiburones al acecho de que exista algún ahogado. No es para menos, el mar de Máncora, es un mar de surf, con muchas piedras y unos cuantos remolinos aún en temporada de verano en que todo va bien, pero ahí lo entiendes, al final del día, reporte de muertos en Máncora 0, en cualquier playa de Ecuador 3, 4, 5 o más.
6.- El mar. A ver, no quiero ser injusta con el mar en mi país, (al final es el mismo océano) pero el mar de Máncora es muy cristalino, el agua fresca, la playa muy rara y como en subida, es muy rico nadar ahí, aunque hay zonas más allá y más acá que tienen muchísimas piedras y como que el agua se enturbiara, en Máncora es cristalina a morir, aún cuando el agua te de en el cuello, te sigues viendo los pies, precioso verde esmeralda su color, me encanté, muy muy lindo mar.
Si olvido algún punto ya editaré esta entrada, solo quería compartirles un poco este destino que siempre es bueno que visiten y discrepen conmigo, y también Montañita, ahí para eso estamos latinoamericanos, para conocer todo lo que es nuestro y disfrutar de todo, encontrar puntos diferentes y al final del día decir: No hay nada como mi patria.
Pero si comes el ceviche de pescado, no hay un mejor ceviche en el mundo entero que el peruano, es demasiado delicioso, no sé qué diablos le ponen, o será que tal vez por la sencillez (porque pareciera que solo lleva limón y ya) es impresionante el buen sabor, muy muy rico, encima comí una cosa que le dicen leche de tigre, que es un ceviche de pescado en vaso, 10/10 de puntaje, muy bueno.
3.- El tránsito vehicular. No sé expresar esto con claridad, porque realmente no manejo, entonces mi postura es desde copiloto porque viajé en carro particular esta vez, y adicionalmente no sé si una quiteña (de los peores tráficos de América Latina) tenga el chance de quejarse, pero así lo haré.
Hay demasiadas tricimotos, pero no muchas, sino demasiadas, muchísimas, y no se puede ni cruzar la calle como peatón, peor avanzar un metro con el carro, para salir de Perú, o avanzar en Piura donde también estuvimos, esquivar las tricimitos era un caos, encima la policía no ayuda para nada sino que caotiza peor, y los semáforos están de adorno.
4.- El tema 'aquel' de las drogas. En Máncora, no digo que no hubiera consumo de marihuana y de otro tipo de drogas, pero es mucho, muchísimo inferior a Montañita, creo que vi más personas bebiendo en Máncora, y ni siquiera en eso se iguala, Montañita tiene un consumo desmesurado, casi incontrolable... por Máncora sí te llegaba a ratos el olor y demás, pero en Montaña es un ofrecimiento constante. Eso hace a Montañita a mis ojos poco familiar, mientras que Máncora sí es para toda la familia, como puede no serlo. Aunque sí había mayoría de jóvenes, incluso algunos en viaje de universitarios, cursos completos.
5.- Los guardacostas. Acá en Ecuador es cultural, hasta da risa ahora que una la ve en perspectiva, los noticieros ecuatorianos después de un feriado repiten como máquinas el saldo que deja en víctimas mortales el mar, y claro, ahora lo entiendo. En Ecuador no hay ni un solo salvavidas pendiente, es decir, están los salvavidas, pero más de 20 metros fuera del mar, subidos en una sillita y muy lejos de la acción, así cómo van a salvar a alguien, pues fácil, no los salvan.
Vi en Máncora algo que me impresionó, buscando un lugar en la playa donde pudiera estar sola y muy lejos de la gente, termino en una playa privada, fuera de un hotel, no había nadie, y me metí al agua a nadar, no pasaron ni cinco minutos cuando estaban (solo para mí y por mí, porque no había nadie) un bote con un salvavidas dentro y una moto acuática con otro salvavidas, con su uniforme y todo. Algunos de otros países más preparados se sorprenderán de que yo comente esto con tanta sorpresa, pero en verdad que en Ecuador eso es como un sueño muy lejano.
Y ya en Máncora donde estábamos todos, sobre todo los días 31 y 1 que había más gente por el fin de año, ese número de salvavidas se multiplica y están como tiburones al acecho de que exista algún ahogado. No es para menos, el mar de Máncora, es un mar de surf, con muchas piedras y unos cuantos remolinos aún en temporada de verano en que todo va bien, pero ahí lo entiendes, al final del día, reporte de muertos en Máncora 0, en cualquier playa de Ecuador 3, 4, 5 o más.
6.- El mar. A ver, no quiero ser injusta con el mar en mi país, (al final es el mismo océano) pero el mar de Máncora es muy cristalino, el agua fresca, la playa muy rara y como en subida, es muy rico nadar ahí, aunque hay zonas más allá y más acá que tienen muchísimas piedras y como que el agua se enturbiara, en Máncora es cristalina a morir, aún cuando el agua te de en el cuello, te sigues viendo los pies, precioso verde esmeralda su color, me encanté, muy muy lindo mar.
Si olvido algún punto ya editaré esta entrada, solo quería compartirles un poco este destino que siempre es bueno que visiten y discrepen conmigo, y también Montañita, ahí para eso estamos latinoamericanos, para conocer todo lo que es nuestro y disfrutar de todo, encontrar puntos diferentes y al final del día decir: No hay nada como mi patria.

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