Hace un tiempo que siento que Quito ya no es mi lugar, amo mi ciudad, pero empiezo a sentir que la ciudad está más fría que antes, y que a diferencia de tiempo atrás, el frío ya ha penetrado en mi cerebro y en mi corazón a tal punto que empieza a enfermarme. Quito ya no es mi lugar. Se convirtió en un espacio donde la crítica social a cada cosa, la inhumanidad, la indiferencia por todo tipo de accionar y el reclamo a todos esos mismos estilos de comportamientos se volvieron insoportables para mí. Respirar me cuesta más, salir me congela a mí también y me vuelve parte de lo invisibles que somos todos en esta ciudad.
Busqué de tantas maneras irme, y por coincidencias de la vida, el mundo giró las vueltas que tuvo que girar y me llevó a la Universidad de las Artes de nuevo, porque previamente ya había intentado convalidar mi carrera artística ahí, pero no había podido. Ahora aparece en el tiempo perfecto. Viajé a Guayaquil y casi al instante encontré la calidez de una ciudad en la que parece estar bien quedarse. Esta ciudad ARDE. Todo ha sido calor desde que llegué a Guayaquil, y yo supe siempre que el calor era mi lugar.
El día de la inauguración lloraba, no sé bien si de la felicidad, o de la satisfacción de sentir que mi sueño de 'cambiar de esquina' estaba haciéndose realidad. Una de las preciosas esculturas que están fuera de la universidad me recibió el primer día como si conociera lo que pensaba y conversó conmigo: "El que aquí llegó con fe, puede darse por seguro hallará la tierra fértil que buscaba, te aseguro". Esa frase, y esta ciudad, cambiaron mi vida.
Llegué a hacer la maestría y encontré todo lo que buscaba, y mucho que ni siquiera sabía que necesitaba y la vida me regaló. Con el despecho en el corazón de sentirme vacía en la ciudad que me vio nacer; de pronto renacía en una que siempre vi con ojos de incredulidad e incertidumbre. Guayaquil nunca ha sido bien vista en Quito, tenemos una tara los quiteños con Guayaquil, de insegura, de sucia, de poco cultural; que lejos, que falsa concepción tenemos, que ignorantes que somos los quiteños, que prejuiciosos, que faltos de interés por investigar.
Hasta ahora, mucha gente en Quito, que juzga lo que pasa entre sus mismas calles, se cuestiona por qué la UArtes 'se hizo' en Guayaquil. Es chistoso palparlo ahora y escuchar a mi propio círculo decirme a mí que no lo entiende. Los invito a que vayan, a que visiten, se empapen, hablen con la gente, conozcan. Guayaquil no es nada de los que fue 10 o 15 años atrás, Guayaquil no es nada del ideario negativo que nos inyectaron los medios y nos impuso la política.
Este espacio, quiero dedicarlo a una ciudad que me genera ilusión visitar cada fin de semana que debo asistir a clases, que me hace feliz cada vez que siento el calorcito que me calienta mucho el alma. Pero lo más cálido de Guayaquil es la gente, es distinta, no sé si mejor a la de la sierra, pero sí muy diferente. Más amplia, más contenta, más jugada. Empezando por la maravillosa familia con quienes me hospedo, que sin conocerme me ofrecen en su misma mesa un plato de comida y una cama, sin quejarse, sin hacer preguntas, incluyéndome y haciéndome parte de ellos.
Mis compañerxs han sido un regalo verdadero, una bendición del cielo o de la ciudad que tanto tiempo he escuchado juzgar. Mis compañerxs, que vienen de todas partes, aunque la mayoría son de la ciudad, me han mostrado un mundo que no conocía, un conocimiento que es nuevo y que jamás creí llevar conmigo por lo que resta de mi vida. Su calidez humana la resumo en cosas chiquitas que han hecho mi día a día.
Antes de irnos (a quienes venimos de provincia) siempre un mensaje de buen viaje, y yo quejándome del clima, y ellxs dándome ánimo. Siempre prestxs todxs a ayudar, a colaborar, a dar su mano amiga a quien sea que lo necesite de cualquier manera. Ahora último, nos dividieron en tres grupos y era el cumpleaños de una de las chicas. Nos esperamos para almorzar, nos quedamos un ratito en la noche para conversar, nos juntamos cinco minutos para cantar los cumpleaños felices del mes. Nos abrazamos y reímos con una sinceridad que me hace recordar a cómo son los amigos del colegio.
Y cada quien hace lo mejor que puede, todxs muestran la mejor versión de sí mismxs. Pato filma todo, nos toca cantar tres veces el cumpleaños feliz porque cada vez faltaba alguien; Rosa dice: yo pago el almuerzo de la cumpleañera (lo cual no es necesario porque la gente de Guayaquil es así, y el dueño del lugar no le cobra un plato a la carta) Roxana pone el pastel, Ale le dice que no, que la mitad, y ella paga la otra. Tania reparte casi quedándose sin pedazo (somos full). Los chicos de fotografía se toman diez minutos más porque ya les espera su profesor, pero nos quieren acompañar a almorzar.
El cariño se siente en el aire. Estar en un equipo que en verdad es muy singular, pero cada unx entrega lo mejor de sí, es un regalo que no esperaba recibir. A eso quiero añadirle la presentación del trabajo de teatro, hace tiempo empolvado. Estuvimos con Malayerba y la obra 'Francisco de Cariamanga', nos presentamos en el marco del I Encuentro Escénico de teatro y pedagogía de la UArtes, que tremendo gusto y honor fue presentarme para mi universidad.
Esa noche estando tras bambalinas y mientras escuchaba la presentación que nos hacían; sonreí hondamente al percatarme de que frente a mis ojos tengo la dicha plena de ver cumplido mi mayor sueño. A veces pedir con fe a la vida desde el fondo de tu corazón, no te da lo que querías, te da lo que necesitas y te hace todavía más feliz. Debo averiguar de quién es esa frase de la escultura, pero indudablemente para mí ya se ha cumplido.


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