30 nov 2017

Escenarios jóvenes

La tarde de ayer terminamos las funciones de Escenario Joven 2017 con el grupo Malayerba, en esta edición (habíamos venido con LaTomaDeLaEscuela en 2013) es interesante reconocer en los jóvenes una lectura de las obras teatrales muy diferente a la de cualquier otro tipo de público.

En una de las funciones -la última- no hubo moderador, y la indisciplina de los muchachos fue evidente, mucha bulla, irrespeto y relajo, celulares prendidos, en fin.... desastre. Cuando hubo moderador y les dio la bienvenida a los chicos y les invitó a acompañarnos, y les pidió silencio, los muchachos se sintieron identificados con ese trato, como una suerte de 'te respeto si me respetas'.

Los foros que hicimos en todas las funciones (menos en la última porque realmente la indisciplina era tenaz, y además no hubo moderador) nos hacen percatarnos de la naturalidad del público y recuerdo algo que mencionaba un grupo de teatro peruano de cuyo nombre no me acuerdo ahora. Decían "nos hemos dedicado a educar a los actores, a los sonidistas, a los técnicos de luz, a los directores, y nos hemos olvidado de educar a un grupo importantísimo en el teatro y en el arte, nos hemos olvidado de educar al público".

Pienso que los chicos todavía son muy lejanos al arte y pasa porque en este tipo de proyectos como el escenario joven, que es una excelente iniciativa, participan los mismos colegios año tras año y hay cientos que se quedan fuera porque sus autoridades no se interesan por asistir a eventos gratuitos que enriquezcan el bagaje artístico de los chicos.

Estoy en proceso de escribir un libro sobre los estudiantes y el trato desde el arte y con el arte en ese fragmento de la vida que es la infancia y la adolescencia, pero quería mencionar que ellos han naturalizado la violencia, han naturalizado las noticias rojas, amarillas, calamitosas. Y lo que es importante es que ellos empiecen a reconocer estos episodios de violencia -que era el tema que 'Francisco de Cariamanga' tocaba- y empiecen a transgredir esa historia para que no se repita.

Una vez más, somos los adultos los que no les damos la oportunidad a los jóvenes de cambiar sus realidades, y de seguir repitiendo esos círculos de vicio y de soledad, de lejanía, de contacto solo con sus teléfonos celulares. Somos nosotros los que no nos acercamos de manera adecuada.

Tanto que falta en este mundo, para poder hacernos y formarnos más humanos.

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