Ernest Hemingway escribió esa frase en su libro El viejo y el mar; Hemingway vivió 7 años en Cuba y se inspiró en su malecón para narrar la historia de este anciano que se enfrenta con el océano y con el peso de los años. No se trata del libro este escrito, que releí con pretexto justamente de mi viaje a Cuba, del cual procedo a relatar cada paso.
Cometí el error de hacer el viaje en tour, por lo demás un error con mayúscula, me ganó la ansiedad de el destino y por supuesto que lo terminé pagando muy caro, literalmente. Al volar hacia Panamá, primera escala hasta La Habana, la tipa que nos había dado la información cometió el error de darnos equivocadamente el número de gate (puerta de salida) del avión y me percaté 10 minutos antes, porque no había nadie en nuestra sala de espera (viajé con mi hermana).
Afortunadamente después de correr por medio aeropuerto de Tucumén, que es el más grande de América Latina, nosotras estábamos en el gate 17 y el verdadero gate era el 31, llegamos a tiempo.
Una vez en La Habana, yo había visto previamente que el clima iba a ser desfavorable, recordemos que hace no mucho Cuba fue azotado por el huracán Irma, del cual quedaban estragos aún, por lo que ya la meteorología (en la que nunca se debe confiar, comprobado) decía que íbamos a tener días lluviosos. Así que al llegar llovía, pausadamente, pero llovía. Nuevamente de forma feliz, no llovió ninguno de los demás días del viaje.
Ese día, a penas pusimos las maletas en el cuarto, salimos a recorrer la ciudad; por un boleto de 10 CUC, la moneda convertible de Cuba, se puede recorrer la ciudad varias veces con el mismo boleto y bajar donde una desee. El cambio es bien empobrecedor porque generalmente nosotras estábamos acostumbradas a que en América Latina el dólar (moneda que usamos en Ecuador) es súper poderoso porque nos dan el doble o triple del valor a cambiar, lo cual no sucede allá en Cuba, es decir, por cada cantidad que cambias, recibes un 10% menos.
Conocimos enseguida la plaza de la revolución, que no es como la pintan, es muuucho mejor. El mausoleo a José Martí que es ridículamente menos famoso que las imágenes del 'Che' o de Camilo Cienfuegos, pero es de una belleza incluso mayor; vista desde arriba, forma la única estrella de la bandera de Cuba. Ahí junto a la plaza, a un costado, hay una especie de parqueadero donde desfilan todo tipo de autos clásicos, realmente es muy entretenido ver cada modelo, diseño, dueño y contexto alrededor de cada vehículo; luego nos explicaría una de nuestras guías, que así llegara alguien a comprar con todo el dinero del mundo los autos allá en Cuba, ellos muy amablemente les dirían: 'No, gracias'.
Pasamos del patrimonio automovilístico, al primer rayo de sol que apareció ese día, paró de llover pero seguía un poco triste el día, a pesar de ello el clima estuvo siempre cálido, no sofocante pero sí abrigado. En Cuba las edificaciones son rústicas, no sé si mencionar viejas sería un buen adjetivo, se conservan de una manera muy digna, y probablemente eso las hace el centro de atención, porque todas tienen arquitecturas que son de otra época, como si viajáramos en el tiempo a una década que ya no está más, o a un tiempo que ya no reconocemos.
El malecón de La Habana es de una belleza sin igual, tanto de día como de noche, probablemente es lo más lindo que hay, no sé si no le hago honor a La Habana vieja, pero el malecón me pareció realmente bello. El trago es impresionantemente barato, no solo el ron sino todos los licores, son de valores inverosímiles, un sueño para cualquier bebedor compulsivo, además que son riquísimos todos. Yo casi no bebo, pero las cosas obvias que probé (el daiquirí en el Floridita y el mojito en La Bodeguita, como manda Hemingway) fueron de una delicia sin igual.
Tropicana y Parisien son famosos, pero conservan poco de su legado original, hoy por hoy la gente prefiere otra alternativa, porque Cuba se reconoce mucho por su son, su mambo, su guaracha, su guaguancó y por todos los ritmos tropicales que de estos derivan; así que Tropicana y Parisien están bien para ver, pero para vivir realmente los lugareños nos recomendaron ir a un espectáculo llamado Los legendarios del Guajirito, donde están entre otras figuras, varios de los fundadores de la extinta banda Buena Vista Social Club.
Vale la pena, cada centavo y cada segundo, ellos ponen todo el ambiente, no permiten que nadie se quede en las sillas, es una cena, pero luego de la cena está el fiestón, a lo grande, y te hacen jugar, bailar, saltar y divertirte, si realmente quieres disfrutar de la magnitud de la alegría cubana, es realmente recomendable. Además que las leyendas musicales que están ahí, son sumamente lindos y se dejan tomar fotos y la gozan y la disfrutan tanto o más que los turistas. Fue una experiencia realmente muy grata.
Los helados Coppelia tienen una cola súper injusta, son famosos porque son deliciosos, pero los turistas acceden enseguida mientras que a los habitantes se les hace esperar por horas; "estamos acostumbrados" dicen ellos con una sonrisa en la cara, porque eso sí que es innegable, su calidez humana, su sabor, su sonrisa, jamás le faltará ninguna de esas tres cualidades a ningún cubano. Los buses son súper baratos, pero demoran más de una hora entre unidad y unidad, jamás los cubanos llegan puntuales a ninguna parte porque el sistema de transporte no abastece para la cantidad de gente. Olviden las bicicletas, el calor es sofocante como para usarlas más de una cuadra.
Visitamos el callejón Hamel que nos habían recomendado mucho, es una calle muy pequeña y llena de santeros, brujos, magia y dicen por ahí, los mejores mojitos, pero pasamos rápidamente, primero porque el espacio es pequeñito (es un callejón) y porque hay una cantidad inusitada de niños pidiendo monedas, o de algún 'vivo' que te quiere dar un recorrido o información, pero siempre a cambio de dinero. El lugar es precioso, pero es atosigante porque está en un barrio en el que es evidente que los turistas son carne fresca. No lo visitaría otra vez.
La gente de Cuba no vive mal, pero algunos se empeñan en hacerte ver como si su vida fuera mala, todo el tiempo te van a pedir que les regales lo que llevas, o el agua, o algún producto tuyo (en el hotel por ejemplo), pero no porque se estén muriendo del hambre, o vivan en la pobreza, simplemente que es un deseo como de adquirir mejores cosas de las que tienen.
Nuestra guía, fue maravillosa, ella nos explicó sin pelos en la lengua cada cosa que le preguntamos sin tapujos. Nos contó que en Cuba todas las personas tienen una cartilla donde mencionan cuántos son en cada casa, a cada miembro independientemente de si tiene 0 meses o 100 años, se le entrega la misma ración de alimentos y de productos básicos, que obviamente no alcanzan, por eso la gente rellena sus oficios con el sector turístico, porque de cualquier propina sacan más de lo que ganan. El turismo es la primera actividad generadora de dinero para Cuba.
Liz (la guía), nos contó que en Cuba el sueldo promedio es de 35 CUC, algunos ganan un poquito más y otros un poquito menos dependiendo del oficio, por ejemplo los médicos que se supone ganan más, pero es muy poquito, 40 o 45, es decir tampoco es un gran aumento. Los vehículos y las casas son heredados, nadie puede irse a vivir solo porque el estado cubre que tú debes vivir con tu familia. Si te casas, pues deben decidir si viven en casa del novio, o de la novia, pero esa casa solo pasa a ser tuya, cuando tus papás mueren. Lo mismo con el carro, así que si tú y tu hermano necesitan el carro, pues a ponerse de acuerdo, o a pelear.
Las casas, como son muy viejas y no se construyen más, solo pueden cambiarse si la edificación se ha caído, y ahí el gobierno te asigna un cuarto en algún lugar construido para ese mismo fin, mientras eso te puedes ir a un albergue, pero tú y toda tu familia, es decir, esa casa, o ese cuarto no son solo para ti.
Los turistas sostienen a Cuba, así que casi todas las edificaciones estaban en remodelación, porque lo que se tiene se utiliza para inversión en turismo, luego vendrá lo demás, pero el turismo es primero para ellos. Y el trato es espectacular, nunca tienen una mala cara o un desgano, siempre están atentos y muy muy pero muy amables. La gente de Cuba en verdad es muy linda.
Tal vez haya quienes critiquen mucho la forma de vida de Cuba, pero ellos aprendieron a no despilfarrar y a vivir con poco, a cambio tienen la más sólida formación en salud de toda América Latina. Cuba es el único país del mundo, donde si la madre está contagiada de SIDA, el bebé nace sin contagio. Acabaron con los malestares oculares y tienen los mejores oftalmólogos de la región, hace unos años, cuando vivía Hugo Chávez, se llegó a un acuerdo para crear la operación 'Milagro' que hace que los médicos cubanos lleguen, operen, y mejoren la vida de las personas en territorio boliviano entregando a todos una nueva visión. Cuba no tiene analfabetismo. No tienen riquezas materiales, pero tienen todo lo que necesitan.
Para una persona fuera de la Isla, eso es duro de presenciar, porque nosotros estamos acostumbrados a vivir a expensas de todo, gastar y malgastar todo, allá todo se ahorra y se conserva. Creo que es un modo muy digno de vivir, el que Cuba haya permanecido de esa manera por más de medio siglo, habla muy bien de la cultura que tiene la gente, la cultura de vida.
La Habana es más que preciosa, fuimos a la ceremonia del Cañonazo que desde 1810 se hace todos y cada uno de los días del año, sin excepción. Cuando hay mal tiempo, se da el cañonazo sin ceremonia, pero nunca falta y es siempre muy puntual. Liz nos dijo ciertamente: si tu reloj da las nueve y no has oído el cañonazo, es tu reloj el que está mal. La fortaleza de San Carlos de la Cabaña era parte de las murallas que dividían La Habana, en tiempos antiguos, se daban dos cañonazos, uno para abrir las murallas a las 7 de la mañana, y otro para cerrar las murallas a las 8 de la noche. Todavía hay pedazos de esa muralla por toda La Habana.
Con el tiempo y por turismo se dejó solo un cañonazo al día, y seleccionaron las 9 de la noche, porque para los cubanos es justo ahí cuando la noche recién comienza. Si te quedabas dentro o fuera de las murallas, debías esperar al otro día para retornar a tu sitio, fuera de las murallas habitaban las personas de oficios, los trabajadores, podríamos decir la gente con menos recursos. Dentro de las murallas habitaban los hacendados, dueños de tierras o gente más adinerada; no era una ley, pero sí era así en su mayoría.
La ceremonia es realmente lindísima, llena de mística y se puede presenciar lo imponente y temible que debe haber sido un cañón en guerra. El cañón que se utiliza para la ceremonia es real, la bala obviamente no. Pero por toda la fortaleza hay balas de cañón auténticas y cañones de esa época para que se puedan apreciar.
Conocimos el Floridita, la bodeguita y el hotel Ambos Mundos, donde vivió Hemingway, que tiene una vista preciosa de La Habana. Además ahí se puede apreciar un atardecer bellísimamente naranja. La ropa vieja es uno de los platos tradicionales en Cuba, y aunque todo el mundo sabe que se come mucho arroz con frijoles negros, les puedo asegurar que no hay ninguno como los hechos en Cuba. No sé qué le ponen, pero es demasiado delicioso, ni siquiera necesitas la carne, ya con el arroz quedas más que feliz y satisfecha. Me imagino que comerlo a diario será otra cosa, pero para una que va de pasada, es el sabor de la gloria.
En la Bodeguita puedes rayar en las paredes, y tomarte el mojito, realmente el reto es encontrar dónde escribir porque todo está escrito, incluso las paredes de fuera. Y el mojito es fuerte, el verdadero mojito cubano. Toda La Habana vieja parece salida de un cuento, es un verdadero sueño estar ahí y poder recorrer esas calles, explorar, perderte por ahí. La felicidad en su máximo esplendor.
Me llamó muchísimo la atención el mar, no sé si era ignorancia mía, pero siempre pensé que el mar de La Habana era un mar en el que no se podía nadar, como nunca ha sido famoso precisamente por su mar sino por lo que está en tierra, entonces no se me ocurría que fuera posible. Pues nuestro hotel tenía salida al mar y podíamos nadar tranquilamente, el agua es riquísima, calientita todo el año, no tan calmada pero sí nadable y absolutamente azul, nada de contaminación, se ve perfectamente el fondo del mar.
También van a ver muchísima gente vestida de blanco completo, nos dijo Liz que la religión oficial en Cuba es el catolicismo, pero que va en descenso mientras que la religión afro cubana ha ido ganando cada vez más adeptos, entonces que el primer año de conversión a la religión les exige que se cubran la cabeza y se vistan de blanco, entre otras ofrendas que deben realizar dependiendo de lo que le corresponda a cada quien; hay cierta temporada del año en que el mar está lleno de sacrificios a Yemayá la diosa del mar, entonces ahí se mata animales, o se arroja algún fruto al océano.
Luego de unos días divinos en La Habana, en los que yo solo recomiendo recorrer y recorrer y recorrer; visitamos Varadero, es una playa de lujo y dicen que solo los turistas van allá, la gente de Varadero se dedica en un 98% al turismo, casi todos trabajan en algún espacio destinado a recibir gente. Viajar hasta allá es una experiencia que creería que no se vive en otra parte, el mar de lado y lado, súper turquesa, clarito, transparente, cálido, un paisaje lleno de palmeras y lugares preciosos por conocer.
Hablando de la palma real, es el árbol nacional en Cuba, porque representa a los cubanos, se mueve para un lado y para el otro, pero nunca se cae.
El mar parece una piscina, en todo momento. Varadero es todo turismo, las playas son exclusivas de los hoteles, el mar estaba un poco picado porque por el otro lado comenzaba a pasar la tormenta Nate, que no iba a pasar cerca de Cuba, pero es el mismo mar, así que eso hacía que el agua esté intranquila, eso nos lo explicaron los trabajadores, porque dicen que el mar es más que estático. El primer día pudimos nadar, porque estaba muy mansito, pero el resto de día ya estaba más intenso. A pesar de ello el agua es cristalina, verde, turquesa y azul, en ese orden. Ideal para relajarse.
Me quedo con La Habana, todo es hermoso ahí, llegamos en el 50 aniversario de la muerte del 'Che' Guevara, así que en Santa Clara se estaban haciendo todo tipo de homenajes, también por radio. En La Habana solamente en la plaza de la revolución. Recomiendo mucho que se visite este increíble destino. Todo el calor del trópico y toda la fuerza de la historia en un país que sabe lo que es sostenerse de pie en la cuerda floja. El mejor viaje que he hecho en mi vida, sin duda alguna.






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