26 jun 2017

Pétalo sonoro*

Magnolia: Llegué de la clínica esa tarde sin parar de preguntarme en dónde me había equivocado, lloraba, me faltaba la respiración, no hallaba qué hacer, me quedé de pie detrás de la puerta y poco a poco empecé a desvanecerme hasta quedar de rodillas frente a ese enorme espejo que había en el lobby de mi apartamento. Cáncer, esa maldita palabra que nos genera pánico a todos los que amamos vivir, ahora yo la padecía a pesar de mis incontables intentos por ser siempre sana; mi organismo a modo de protesta por la  vida que había vivido, mandaba esa enfermedad contra la que ya no me podía proteger.

Al fondo, donde siempre estaba, el espejo largo que colgaba de la pared contraria, reflejaba una figura demacrada, acabada, destruida, arruinada... esa, esa era mi propia imagen que mostraba mi reflejo externo, tan humillado y pobre, pero reflejaba un estado interno de aún más profunda miseria; por ese aspecto pasaban los recuerdos de todos aquellos años que había vivido y reflejaba la devastación de mi sentir y recordaba esa mañana de 1996 en que jugando en el parque de la escuela, Dana, una niña más grande y mayor que yo, hacía piruetas en uno de los juegos y me retó a que hiciera lo mismo; yo acepté el reto, pero caí de cabeza y me di un golpe bajo las costillas contra una piedra. Me sentía impotente de cambiar en algo ese aspecto raído y sin vida que mostraba el espejo, sentía que nada podía hacer que me viera un poco mejor en ese reflejo tan deprimente. Nada... excepto, tal vez, el pasado... ¿Sí? Tal vez eso habría podido regresarme la sonrisa, el regresar al pasado o a alguno de los acontecimientos felices que el tiempo y los años se habían llevado. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo volver? ¿Era posible?

Siempre el maldito tiempo, que me limitaba e impedía que lograra alcanzar la felicidad aun estando bien cerca. Cuando comencé a trabajar en ese gimnasio al final de la calle, también el tiempo me jugó una mala broma y puso en mi camino a Juan. Él 16, yo 25, ¿Qué será de él ahora? ¿Dónde estará? Él me quiso, y yo no me permití quererlo a él porque los 9 años de diferencia me pesaban, prometió que iba a esperarme, pero yo seguí con mi vida y me fui a hacer la maestría... ¿me esperará todavía?

No, no, no, no... no puedo quedarme aquí perdiendo mi vida, yo también fui joven y fui feliz... tal vez si encuentro a Juan, seguro sigue viviendo en el mismo lugar, seguro aún espera por mí, 25 años más no son tantos.

(Magnolia, encuentra a Juan, pero él, ya la ha olvidado y vive una vida feliz junto a su familia, acorde a su edad).

Como si no quisiera entenderlo, como si no me diera cuenta de lo que he pasado, como si fuera otro día rutinario en que llegar y seguir llego a mi casa; esta vez, sabiéndome derrotada, sabiendo que esta vez sí cambiará mi vida, porque esta vez no estoy dispuesta a nada más; verlo a él, tan feliz, tan joven, tan lleno de vida... ¿cómo puedo yo comparar lo que yo llamo mi vida, con el paraíso que él vive? Mi tiempo no se está agotando recién ahora, sino que se agotó hace ya mucho, pero yo no me doy cuenta sino hasta ahora. Ahora nada tiene sentido, ahora abro los ojos y me percato de que no puedo retroceder el tiempo, de que las cosas pasan una sola vez en la vida y me pasaron una sola vez aunque no haya querido o no haya podido aprovecharlas.

Nunca tuve hijos, ni gatos, ni otros amores, porque a cada tiempo otra cosa era relevante y fui resolviendo mi vida desde lo urgente, no desde lo importante. Hoy que me veo aquí, entre mis cosas, las que yo adquirí con mi plata, que tanto trabajo me costó conseguir, veo que nada de esas cosas me acompaña y que yo hoy ya no soy la que era cuando compré esas cosas, y que ni siquiera ellas guardan la esencia de la que yo era cuando compré todo lo que hoy me rodea, pero no me acompaña.

Estar afuera no tiene sentido ¿para qué salir a una vida que ya no vivo? Afuera solo hay cosas que ya no disfruto; no puedo salir a tomarme un café porque mi cáncer lo tomaría como una afrenta o como un reto, y me mataría más rápido, tal vez si me quedara a merced del tiempo, de ese al que no quise nunca ceder... tal vez eso es realmente lo que él quiere, que por fin lo acepte y conviva con él por un tiempo.

¿Cómo fue que esa mujer tan feliz, tan llena de vida, tan alegre, se transformó en este esperpento que me muestra el espejo como una trampa del tiempo, que se burla porque sabe que al final soy una más que ha perdido frente a él la batalla?

Así haré, me dejaré llevar... no puedo regresar los años, y hoy estoy vieja, arrugada y sin ánimo para darle color a mi propia vida, tal vez es él mismo... el tiempo, el que me dé la respuesta, o el que me dé la vuelta, y haga que todo esto, algún día cambie.


FIN

*Texto: Cristina Figueroa P. - Pueden usar el texto, sería un honor, pero por favor, ponga los créditos. De lo contrario es un robo.

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