Estuve paseando nuevamente por una ciudad que me dio la vida, que me alegró mi último año de adolescencia cuando estaba en el último año 'teen'. Mis diecinueve en la ciudad de Tena en la provincia del Napo no pudieron ser más felices y con más experiencias por contar y disfrutar.
Hoy, los lugares por los que yo 'farreaba' ya no existen, en su lugar están las construcciones inacabables de espacios que seguro mejorarán la vida de los tenenses. Cada olor, cada caricia del viento sobre mi piel y cada mosquito dejándome la huella de mi condición de serrana por las piernas, me hacía recordar esa edad maravillosa que es la adolescencia, lo enteros que estamos a esa edad, lo arriesgados que somos, como si nada más importara, como si el mundo se nos extinguiera mientras más nos demoramos en vivir.
| A los 19 años, en el parque de los monos - Puerto Misahuallí |
Tena es una ciudad que amo, a la que siempre quiero volver, que siempre me saca sonrisas y que me hace pensar muy sinceramente en dejar todo botado en Quito y dedicarme a vivir del aroma de la selva por allá, si hubiera una ciudad en la que sin duda viviría de mi país y que no fuera Quito, es Tena. Visítenla, conózcanla, déjense enamorar como me enamoró a mí esta tierra, como me sacó a mí lágrimas el verme volver después de tantos años.
Aparte de las cosas obvias por hacer, de comer chontacuros, de visitar comunidad Shiripuno, de visitar el parque de los monos y un largo etcétera (porque hay mucho por hacer), esta tierra tiene el encanto de ser un tesoro mágico verde, una esmeralda en medio del mundo, un lugar donde habitaron los dioses y encontraron dos ríos, el ojo de Zeus se deposita en el Tena para hacerla eternamente bella, y para sentirla eternamente mía.
Río Napo - Noviembre 2016
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