A propósito del día del niño, quiero pensar que algún día será posible esa tan ansiada formación integral para un infante, que se le forme en ciencias como ha sido siempre, pero también en arte y en deportes, en valores, en competencias actitudinales y aptitudinales.
No se incentiva a los niños a leer, y hay tantos buenos libros para los niños: Cupido es un murciélago, Cecilpúas, El club limonada, Aventura en los Llanganates, Las flores de hielo y un largo etcétera. No se forma a los niños con cuentos o canciones, o con películas propias de su edad, no se les enseña a apreciar la pintura, ni la escultura, ni a gustar de los poemas.
En el tema de la educación deportiva, en la mayoría de establecimientos educativos no se acerca a los niños (ni a los adolescentes) a otro deporte que no sea el fútbol. Aún pudiendo aprender otras cosas, aún pudiendo ver cómo su cuerpo puede exigirse en otras disciplinas.
Tampoco va mejor con los idiomas, muchas personas, (he tenido la oportunidad de dar clases a estudiantes de nivel superior, así como a niños y jóvenes) llegan a las instituciones universitarias o de tercer nivel habiendo pasado por 12 años de educación formal en inglés, 6 en la escuela y 6 en el colegio y no saben ni lo más básico en cuanto al idioma extranjero, y es una, o cualquier maestro quien contra el tiempo, debe hacer aprender lo que en 12 años no se ha aprehendido.
El aspecto de los valores viene de casa, cómo saludar, cómo ser aseado, cómo ser sensible ante el sufrimiento de animales, plantas y otros niños. Tampoco desde las instituciones se deja de nombrar a los niños por sus apellidos, olvidando que el cariño para los niños es como el sol para las plantas, no solo necesitan agua las plantas, como los niños no solo conocimiento sin afecto.
Hoy quiero compartir la alegría que siento de poder ser docente y aprender de los niños mucho más de lo que ellos podrían recibir de mí. Gracias a ellos siento que la vida es importante y mi trabajo en el universo es dejarles a ellos un mejor mundo, es construirlo para ellos, porque con esos niños se perpetúa o por lo menos se extiende mi propia existencia. Gracias niños a todos, por sus manzanas, por sus chocolates, por sus abrazos, sus risas y sus preguntas que en más de una ocasión me han dejado sin piso y me han hecho replantearme una y otra vez lo que hago y con qué fin lo ejecuto.
Feliz día pequeños a todos, pero en especial a los míos, a mis alumnos que aunque se olviden en una semana de mi nombre, yo los llevo en mi corazón siempre: Yañka, José David, Abraham, Valeria, Matías, Zafiro, Sarahí, Christopher, David, Samy, Iván, Doménica, Leandro, Maya, Saylé, Joaquín, Amalia, Oriana, Odalys, Rebeca, Rafaela, Thaíz, Micaela, Camila, Mateo, Coralía, Francesca, Emilia, Sofía, Denis, Raí, Benjamín, Azul, Jahir, Jesús, Ronald, Tábata que son mis alumnos niños, y a mis niños grandes, los universitarios, los que se creen ya adultos y siguen siendo niños.
