La propuesta sobre la que se constituye ‘Anhelos’ en esta oportunidad no es el teatro de sala sino el teatro en movimiento, que puede ser fácilmente confundido con el teatro de calle o con el teatro del oprimido por aquello de que el maestro Carreira le llama teatro invasión.
Nosotros quisiéramos mencionar
que este es un teatro al que comprendemos como ‘en movimiento’ debido a los
tránsitos tanto de los personajes como del público. Para marcar esas
diferencias, se ha debido también crear una pedagogía de entrenamiento y de
formación hacia el nuevo elenco para diferenciar todas estas corrientes, en lo
que llamamos casi un matrimonio entre el teatro de calle y el teatro del
oprimido.
El teatro de calle, desde nuestra
lectura, es un teatro que sale de la sala de teatro y va a la calle sin mayores
cambios que la proyección de la voz y la inclusión del ruido natural de las
urbes; interactúa con el público, pero medularmente es estático.
El teatro del oprimido por su
parte, y siempre desde nuestra lectura, sí se mueve y puede trasladarse a
diferentes tipos de espacios no convencionales, donde el público es casi parte
de la puesta en ejercicio teatral pero no sabe que está viendo una obra de
teatro, casi es una víctima involuntaria de esta interacción que muchas veces
es forzada a presenciar.
El teatro en movimiento en
cambio, y siempre desde nuestra lectura e interpretación de lo aprendido con el
maestro Carreira, le regala al espectador la posibilidad de quedarse o irse, de
escuchar o de ver, de participar o no participar, y de fragmentar a voluntad su
experiencia. Al ser un encuentro entre actores y público en tránsito, casi
menos del 10% de la gente “ve” la obra en su totalidad, la mayoría se encuentra
con el elenco en una parte de la calle y es eso lo que presencia.
Con el teatro en movimiento, el
público siempre sabe que está viendo una obra de teatro, pero también está
sujeto a confundirse, por lo que es un término medio entre el teatro del
oprimido que sin duda le lleva a cuestionarse su rol dentro de la sociedad, le
incomodará e invitará a que se sitúe políticamente y tome partido de las
brechas de clase.
El teatro en movimiento no es un
teatro que obligatoriamente deba salir de la sala de teatro, porque
sustancialmente se da en las ciudades en movimiento, en esos lugares y no
lugares que no están pensados para ser teatros ambulantes. No es excluyente de presentarse
en teatros.
Entonces, y desde esa necesaria
diferenciación, se tuvo que compartir con el elenco varias pedagogías sobre la
aplicación de esta propuesta que está muy desvinculada de la formación natural
que como actores teníamos todos, incluyendo al actor de Cuba.
Lo primero a desaprender es el
tema vocal, pues al estar en un espacio teatral se nos enseñó siempre a
proyectar la voz, a que rebote, a que todos escuchen y que hasta el último
espectador al final de la sala sepa de qué va la historia. En el teatro en movimiento
esto no es importante, porque mientras un pequeño grupo escuche, es suficiente,
lo que más se remarca es que el público vea lo que está pasando, aunque no lo
entienda, y no es necesario que lo entienda.
Esta enseñanza es ya una
contradicción con lo que debe pasar cuando los actores cantan, pues ‘Anhelos’
es una obra musicalizada, si bien NO constituye un musical, sí se requiere que
los personajes canten porque es un tributo a la música ecuatoriana, y esa sí
que debe ser escuchada.
Esto genera mucho conflicto en la
mente de los actores, y genera unos ensayos, unas propuestas y unos resultados
muy divertidos y también muy extraños cuando la gente está viendo un ensayo,
porque piden que cantemos otra, o que cantemos más alto, o que no se escucha el
texto que antecede a la canción. Es una apuesta que hemos asumido.
Otra pedagogía que hemos tenido
que ir encontrando en comunidad, es la de pensar en imágenes y desde las
imágenes, como si todo fuera un “frame” de una película, y pensar en que la
gente que no se va a mover con los actores, sino que solo vaya de paso, va a
ver una imagen que le debe evocar una significación subjetiva y personal, pero
para eso debe ver algo, y debe verlo muy claramente.
Aquí la consigna es no caer en el
representativismo, así como no es necesario gritar con la voz para que escuchen
porque es teatro en la calle, tampoco es necesario melodramatizar o exagerar
con el cuerpo. Eso ha sido una búsqueda constante y también de mucho acierto y
error para el elenco, pues la calle está supeditada a olores, sonidos, acontecimientos
y “ocurrires” que tienen un poderoso componente de improvisación para el
elenco.
Varios de los actores que
hicieron casting para conformar este elenco nuevo, mostraron su preocupación
por lo improvisado que les parecía, porque la primera cosa que se les
solicitaba en este casting nuevo, es que improvisaran la obra completa en
calle, a ver cómo les iba. Si bien ‘Anhelos’ NO es una obra improvisada para
nada, sí estamos sujetos a este devenir de lo que acontece en la calle y casi
nunca se puede controlar.
En el aprendizaje en Loja había
pasado que había un plantón feminista justo en el espacio donde debía
transcurrir una escena, y el actor no podía cambiar de “escenario” porque
aparecía colgado de la torre de un reloj, allí por ejemplo, no prima para nada
el texto, porque aunque era un extraordinario texto del escritor ecuatoriano
Pablo Palacio, los gritos de las consignas de las mujeres del plantón, impedían
que se escuchase nada más que a ellas.
Entonces el teatro en movimiento
requirió, requiere y seguirá requiriendo que el elenco esté habituándose todo
el tiempo a lo que sucede en diferentes lugares de la calle, y que además, no
se aprendan una ruta, sino que tomen lo que les da la calle en espacios más
solitarios, o más concurridos, a plena luz de mediodía con el calor del sol
canicular de Quito, o en las frías noches del centro histórico.
Todo esto, sin dejar de lado lo
tradicional, creación del personaje, centros motores, dónde se originan los
movimientos de los personajes, cómo hablan, cuál es su plano de movimiento, sus
motivaciones, sus deseos, sus objetivos, sus por qués, sus cómos.
‘Anhelos’ cuenta con un director
vocal que les ayuda a emitir mejor sus voces, suele pasar que a veces se quedan
mucho con esto de que deben hablar normal sus textos, y entonces en el canto
después tampoco se oye, y hay que encontrar el medio.
Finalmente, es reiterativo el
insistir siempre en la importancia de hacer que el público se mueva, si bien
eso es voluntario de los espectadores, los actores deben estar siempre pensando
en que el público va a moverse si son correctamente invitados a hacerlo, por lo
que son los actores imbuidos en sus personajes, los que propenderán a que el
público pueda tener el deseo de avanzar con ellos.
Es interesante que a veces el
público, también habituado al teatro de calle, espere que los personajes
regresen y se instalan en la mejor grada o en un lugar donde piensan que van a
tener una vista panorámica de la obra, pero una vez que los personajes han
pasado por allí, las escenas avanzan a otros espacios, por lo que si el público
no se mueve, con seguridad van a perderse lo que sigue en el relato.
Eso puede causar que el público
sí se mueva, o que se vaya -de ahí el carácter de teatro en tránsito o
transeuntico-, usualmente cuando eso sucede, en la próxima secuencia hay ya un
nuevo público.
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