21 mar 2022

Introducción a: Violencia sistémica en la educación, alternativas desde la pedagogía de las artes para la mejora continua de la escuela

En un contexto pandémico atípico, en medio de un modelo de educación típicamente violento, la virtualidad da la posibilidad única en su tipo, de modificar las relaciones educativas para siempre. La escuela como territorio cultural en disputa, tiene ante sí un comodín que puede ser verdugo silencioso, o agente de cambio. Ese comodín es la pedagogía de las artes.*

La pedagogía de las artes, como formadora académica de quienes, a su vez van a formar en artes, debe asumirse como gestora cultural que propicie una interiorización humana que modifique las relaciones sociales para poder mejorar la escuela y debe cuestionar los roles de violencia que aquejan su carácter constitutivo.

Violencias educativas como la fragmentación de saberes, el analfabetismo funcional, el vocabulario educativo inadecuado, la alarma de los medios de comunicación, la deserción escolar, entre otras, pueden ser derrocadas mediante la educación responsable en artes.

*Ponencia del Primer Foro de Pedagogía de las Artes - Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana.

Cuando escuchamos la palabra violencia, seguramente pensamos en primera instancia en violencia física: golpes, empujones, violencia sexual o alguna agresión que repercute de manera material en las partes del cuerpo. Puede que se piense también en violencia psicológica en la figura de insultos, gritos, regaños, humillación, infravaloración, acoso, entre otros, que también tienen un buen componente anímico y emocional. No se nos ocurre que la escuela es un reproductor de violencia hasta que miramos por segunda vez.

La violencia escolar es un espacio de zozobra, de angustia, de encogimiento para cientos de niños y niñas en la educación, porque es un generador de mal-estar, de mal-trato en la figura de miedo, desasosiego, soledad, presión, pesos y tristezas de distintas maneras; además, afecta no solo a la o el estudiante sino a sus docentes y familia también sumergidos en ambientes hostiles. Esa violencia, con todos sus componentes, en lugar de decrecer es progresiva y se convierte en sistémica.

En el contexto ecuatoriano, la educación ha sido siempre impositiva, con la ley de ordenar y obedecer entendido como disciplina, además la educación esconde otro tipo de violencias como la fragmentación de saberes, el analfabetismo funcional, el vocabulario educativo inadecuado, los medios de comunicación como ‘trivializadores’ de experiencia y conocimiento, la deserción escolar, el abandono a las y los docentes, la estigmatización de las y los estudiantes, los siempre cuestionados métodos de calificación, entre otras violencias que se han exacerbado en el cuadro pandémico actual.

La huella que dejan los escenarios educativos en todas las personas es una memoria que nunca se rompe, que está herida, y sigue lastimando porque el recuerdo forma tu historia y a partir de ella te relacionas con los otros, con los espacios, con las condiciones de vida, con tus propias emociones. El dejar ese recuerdo sin sanar, es desposeerte del poder de elegir no repetir esos ciclos dolorosos para nadie más. Esa memoria colectiva ultrajada, perpetúa un ejercicio de violencia que se replica generación tras generación.

Esta investigación, a punto de publicarse, y de la que dejo este abreboca justamente para abrir el diálogo, pretende preguntarse de qué lado de la violencia se encuentra la pedagogía de las artes en la escuela, y qué puede hacer la academia para detener la violencia sistémica en la educación.

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