15 nov 2020

Dedicatoria, versión extendida

Dedicarle algo a alguien es hacerle honor con tu trabajo a un ser que, caminando cerca tuyo, ha podido entregarte tesoros tan grandes, que no podrías devolverle con tan solo decir gracias. Terminar la maestría, con un trabajo enfocado en la educación, me hace titularme pensando no solo en un capítulo, sino en cosechar todo lo que sembré durante mis años en educación.

En tercer nivel le había dedicado la tesis al grupo de Teatro Malayerba de Quito, hoy le entrego un tributo a la directora actoral del grupo, María del Rosario, mejor conocida como Charo Francés. Tanto ella como Arístides -director escénico-, veían en mí cosas que yo nunca pude ver, confiaban en mi talento. Me llevaron a un festival internacional con 8 días para hacer el reemplazo de un personaje que había visto como espectadora, 8 días para preparar un personaje, y para subirme al escenario con Malayerba, sin tener ni idea de cómo.

Así fueron conmigo siempre ambos. Creyendo en lo que yo no podía ni imaginar.

Pero Charo, siempre sacaba lo mejor de mí, siempre me llevaba a la cumbre de mi trabajo actoral, nunca supe bien cómo hacía para dirigir, pero tenía una magia tan grande, que su sola presencia dentro de una sala imponía respeto, y mi Cristina actriz, se volvía gigante con Charo cerca. Todo lo que sé de actuación y de dirección de actores lo aprendí de Charo. Todo lo que hago en escena, es para intentar honrar sus enseñanzas.

La segunda parte de mi dedicatoria es para Galo Zuleta, he contado esta historia muchas veces así que la haré breve. Galo era estudiante de tercero de bachillerato, es decir que era su año final y se iba a graduar, cuando me fui del colegio, por temas personales, la despedida de Galo fue: "gracias por preguntarme cómo estoy, y por quedarte a escuchar la respuesta" esta tesis, y creo que luego de él, todos mis años de educación, están atravesados por esa frase que es un puñal para mí, hoy, con esta tesis, podría decir que es el Harakiri final de mi labor educativa.

Mis últimas dos dedicatorias tienen que ver con todos mis estudiantes, que me tomaría varias hojas poner sus nombres, pero que se resumen en dos grandes grupos, el primero de mis dirigidos, y quienes me han llevado a los extremos de mi propio ser.

Mis dirigidos eran un grupo variopinto, frágil, sensible, incomprendido... vamos a decir, adolescentes. Me enseñaron las mejores y peores lecciones en un solo año, y supe que esto es lo que debía hacer en mi vida, acompañar en la educación. El resto de mis estudiantes, que se dice rápido, tienen un cuartito guardado en mi corazón, y algunos de esos cuartos son sótanos, otros áticos, otros bodegas, otros sala principal, otros sala de estar, pero todos todos todos componen el hogar de mi corazón, que pretendo que sea hogar para todos quienes se cruzan conmigo por mis aulas.

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