El último brindis –
Anónimo
Duración sin efectos:
00h04m36s
(El
jardín de una casa de familia adinerada. En él hay una mesa con mantel, dos
sillas, un champagne y dos copas. Entran ella y él elegantemente vestidos.)
Él:
Eres la mujer más ocurrente del mundo. A quién se le ocurre ponerse a beber en
el jardín, y para colmo así, vestidos como para ir al teatro.
Ella:
¿Y por qué no? Todos somos actores en la vida. Claro que algunos resultamos
buenos comediantes, otros pésimos actores; y también están los equivocados, a
los que les toca vivir un libreto bastante mediocre. ¿No me invitas a sentarme?
Él:
Por supuesto, qué falta de delicadeza la mía, siéntate.
Ella:
Por ejemplo tú, eres un pésimo actor, Ricardo, todo se te olvida, eres con un
partiquino en la comedia de la vida.
Él:
La comedia de la vida como tú le llamas…
Ella:
(Lo interrumpe) ¿No me sirves una copa de champagne? Espero que sea francés.
Él:
La mejor cosecha de la viña.
Ella:
Eso es lo que deseaba, beber un champagne de selección, junto a un marido que
lejos de ser de selección, a veces se comporta como un mediocre.
Él:
(se para) Me estás ofendiendo, Dalia.
Ella:
(tranquila) Siéntate, te digo que te sientes, recuerda que prometiste acceder
esta noche a todos mis caprichos.
Él:
Sí, pero de ahí al insulto…
Ella:
Siéntate. (melosa) Y ahora, mi viejo delfín, dime algo dulce.
Él:
¿Cómo dices?
Ella:
Sí, quiero que me digas algo dulce, que me hables de amor como hace veinte
años.
Él:
¡Ah, ya caigo! Hoy cumplimos un aniversario de bodas, ¿verdad?
Ella:
Tal vez, o quizás algo mucho más importante todavía para una mujer como yo.
Él:
¿Quieres decirme qué diablos sucede? Dímelo, bueno pero no entiendo por qué
estás bebiendo esta noche.
Ella:
Veinte años a mi lado debieron ser suficientes para conocer mi manera de ser.
Él:
Yo estoy muy ocupado en mis negocios para dedicarme a estudiar psicología
femenina. No es mi fuerte.
Ella:
Di más bien que es tu debilidad.
Él:
Pero dime una cosa, ¿por qué esa agresividad de tu parte? ¿por qué esa manera
de mirarme tan extraña? Por momentos tengo la sensación de ser un desconocido
para ti.
Ella:
¿Quieres que te diga algo mi viejo delfín? ¡Lo eres!
Él:
¿Cómo dices?
Ella:
(levanta la voz) ¡Que eres un desconocido para mí!
Él:
¡No levantes la voz! La servidumbre no tiene por qué enterarse de tus ataques
de histeria.
Ella:
¡No es histeria! ¡Es la terrible aceptación de una vida!, mejor dicho, dos
vidas sin sentido, tu vida y mi vida mi viejo delfín. Mejor brindemos.
Él:
¿Por qué vamos a brindar? ¿Por ti? ¿Por mí? ¿Por veinte años de intimidad?
Ella:
La intimidad entre dos desconocidos no es intimidad, es apenas un juego
peligroso, ¿y sabes por qué? Porque uno de los dos puede cansarse de la comedia
y entonces decide aceptar su propio drama.
Él:
¿Drama has dicho?
Ella:
O su tragedia, da lo mismo.
Él:
Sigo sin entender.
Ella:
¿Brindamos mi querido esposo?
Él:
Por nuestro aniversario, ¿verdad?
Ella:
No
Él:
¿Tu cumpleaños?
Ella:
Tampoco
Él:
Entonces, ¿por qué diablos vamos a brindar?
Ella:
Porque hoy hace exactamente un año que descubrí que me engañas con tu
secretaria. Feliz aniversario amor mío. Te traje un regalito para celebrar
trescientos sesenta y cinco días de traición y de mentira, trescientos sesenta
y cinco noches de soledad para mi alma (saca el revólver y le apunta)
Él:
Oye, pero ¿qué haces? ¿te has vuelto loca?
Ella:
Feliz aniversario amor mío. (Dispara dos veces. Suelta el revólver y comienza a
reír. Luego esta risa se convierte en llanto. Se acerca al cadáver). Qué mal
comediante fuiste siempre Ricardo. Ni siquiera aprendiste a morir con elegancia.
Si al menos tuvieras una rosa en el ojal.
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