En medio de este fuego infernal,
con el abrasador calor de esas decisiones que quedan por tomar, me encuentro en
un solitario o sarcófago de libertad sin usar.
Cuéntame qué ha sido de aquella
bailarina, que paseaba en los balcones cada tarde, entretenía mis tardes y
proponía formas de luna cada vez que levantaba la mano.
Hoy yo me encuentro entre los
versos que no te di y un buen vaso del chocolate más caliente que estas ganas
de abrazar las ideas que solo yo tengo y que no te puedo compartir, porque los
desecharás.
Mis tardes de sol salen detrás de
la nevada bruma del silencio. Te falta luchar por los sentimientos que me
dominan, me falta pelear por borrar de mi memoria todo aquello que sentí por
ti.
En qué me ayuda ser un mar rebasando
las posibilidades de mi tristeza, de qué te sirve verme llorar todo el tiempo
por el mismo tema, quédate colgado de las lágrimas que me revientan y me
quedaré atrapada en el suspiro de tus sueños de volver a amar.
Hoy conozco el paradero de la
bailarina, que en los cantos del desierto creó tormentas de coral, es ella, no
se ha ido, está presa en el delirio, a modo de caricia en la voz de soledad.
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