Hace unos años, era la profesora nueva que llegaba a dar clases de inglés en uno de los colegios en que trabajé. El Vicerrector académico me dice: tú, con tu carácter tan firme, te vamos a poner a cargo del grupo más difícil. A mí eso ya me pareció un indicador extraño de cómo se relacionaban con los chicos en aquella institución.
Sin embargo, el verdadero shock me lo llevé un día después, cuando una profesora que se jubilaba me dice -déjame ver tu lista de estudiantes-; yo se la paso y saca los ojos mientras exclama -uy, tienes a Daniel Salas*, ya desde ahorita puedes ir haciéndole perder el año.
Casi me caigo de la silla. No podía creer que una profesora pudiera decirme eso de uno de sus estudiantes. Como es sabido, los maestros empezamos clases antes de que los chicos ingresen, así que tenía muchas ansias de comenzar el año y conocer al famoso Daniel, que tan mala fama había ganado con esa docente, y la verdad no era la única que tenía una apreciación similar del estudiante.
Cuando el año escolar inició y me enfrenté a todos estos "estudiantes difíciles", descubrí como imaginaba, que estaban exagerando y que era muy triste cómo veían a los estudiantes allí. Llegó finalmente el turno de conocer a Daniel, sin duda era un muchacho rebelde, indisciplinado, irrespetuoso, no negaré que la primera clase la transformó en una pesadilla para mí.
Joven como era, decidí hacer uso de esa característica para quedarme a solas conversando con él luego de la clase, me parecía mejor tomar al toro por los cuernos. Descubrí un muchacho solitario, con una madre con cáncer, un padre que hacía todo lo que podía para abastecer su hogar y a su familia, y sorpresivamente, el chico era muy bueno en inglés, solo que toda la vida le habían hecho creer que era el peor de su clase y de la escuela.
Daniel se transformó en uno de mis mejores estudiantes, y en las casas abiertas o exposiciones yo siempre lo ponía a él primero, para destacarlo y que todos notaran lo equivocados que estaban. Pero quitarle su mala fama no iba a ser tan fácil. Un día, llegan a la inspección los niños de octavo de básica a decir que dos estudiantes estaban haciendo actos indebidos en el aula. La inspectora fue y encontró a una estudiante manteniendo sexo oral con Daniel.
Lejos de ser una narración moral, quiero transformarla en una narración cronológica de los hechos. Se hizo una comisión disciplinaria y decidieron expulsar a Daniel. Nadie le preguntó nunca su versión de los hechos o cómo pasaron las cosas. La responsabilidad cayó sobre él y la chica fue catalogada y tratada como una víctima.
Como nadie se había dado el trabajo de conversar con él, o de preguntar nada, yo me senté con él en el patio y le pregunté lo obvio, qué pasó. Él me cuenta que la chica lo había besado, eso fue lo que vieron los otros compañeros y segundos antes de que llegara la inspectora, la chica se agachó, le bajó el calentador, y eso fue lo que vieron. Es cierto que él no se negó, sin embargo ella fue quien inició la actividad, y debió ser sancionada al igual que Daniel.
El tiempo me dio la razón, el año siguiente, encontraron a la misma chica en un baño del colegio teniendo relaciones sexuales con otro estudiante, una vez más iniciado por ella.
Daniel perdió el año, no conmigo, sino con otros de los docentes que desde que iniciamos ya tenía en su mente que el chico iba a perder el año por todo lo malo que en él veían. Yo recuerdo con cariño a Daniel, recuerdo sus perspicaces ojos verdes, y su sonrisa malévola que se transformó en mi aliada. Aún ahora estamos en contacto y suele recordarme que nadie vio en él lo que yo vi.
A mí me queda repreguntarme por enésima vez, qué hacen en la educación este tipo de personas que ni siquiera le dan al ser humano la posibilidad de cambiar, de ser otros, de intentar hacer las cosas mejor que en el pasado. Ahí comenzó mi obsesión con la educación, porque como Daniel, hay decenas de estudiantes que llevan sobre sus hombros la carga de lo que pasó antes, de lo que hicieron ayer, de una reputación que les violenta y que llevan consigo muchos años, creyendo que en serio son malos, tontos, insuficientes, malcriados, etc.
*El nombre fue cambiado para precautelar la identidad del chico.
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